Permítanme que hoy hable del carnaval de Huelva y de la repercusión que está teniendo en estos últimos años. La fiesta de la alegría, la rebeldía, la picaresca, está volviendo con fuerza a convencer a la sociedad onubense, está logrando llamar la atención del pueblo, un hecho que se empieza a notar en el ambiente, atrayendo a todo tipo de perfiles sociales. La Huelva carnavalera se está poniendo de moda y a través de los propios implicados se está fomentando y potenciando la verdadera esencia de la fiesta, gracias, sobre todo, a una serie de circunstancias que se han alineado en pro de su evolución.
Que el alcalde de esta ciudad sea participe activo de una agrupación, como lo es de otras festividades, influye positivamente, que periodistas de renombre estén metidos de lleno en los distintos grupos, es algo que está beneficiando, que los medios vuelvan a confiar en el concurso y apuesten por su difusión, es otro aspecto importante, pero sobre todo, influye la buena actitud de los miembros de la Fopac, que ahora sí, están abiertos a propuestas, están siendo cercanos y empáticos con las necesidades reales de las agrupaciones y sobre todo, están asumiendo responsabilidades que van más allá del propio concurso.
Hacía años que la federación no estaba comandada por personas más conscientes de las realidades de aquellos que hacen este carnaval, que primaban en sus objetivos el propio carnaval y no sus propios ombligos, denigrando con sus actos la propia fiesta. En esta nueva era, con ideas algo más atractivas, con riesgos llenos de consecuencias asumibles, con un incremento en la participación de grupos tanto de la capital como de la provincia, las carnestolendas onubenses tienen la oportunidad de despegar, de lograr sentar las bases de una fiesta que engloba cultura en toda su expresión, y que entre todos, si se sigue manteniendo estas miras, como bien decía el amigo Camacho Malo, “tendremos el mejor carnaval del mundo”.