Por circunstancias que no vienen al caso y en un momento determinado de mi vida, me dio por asistir a un curso avanzado de avistamiento de aves en el Estrecho de Gibraltar, organizado por la Fundación Migres. Les hablo de los primeros años del siglo XXI. Yo, que no sabía distinguir un gorrión de un jilguero, tuve semejante osadía.
Aprendí algunas cosas. Una de ellas fue que, en ornitología, el tamaño sí importa. Acudir a localizar cigüeñas blancas o negras con unos prismáticos de la señorita Pepis no era la mejor de las opciones. Conocí, también, que el avistamiento de aves es un sector emergente desde el punto de vista económico gracias a un turismo con alto poder adquisitivo. Y, tercero -y lo más importante- me enseñó a mirar hacia arriba.
A partir de aquel momento, disfruto con el espectáculo de la naturaleza, pero no solo de ella. Me recreo con el patrimonio que nos regalan las ciudades andaluzas. La fachada de un inmueble por el que pasamos cada día y, habitualmente, no nos fijamos; una cubierta, ventanales, el cerramiento de un balcón, el campanario de una iglesia, una pequeña escultura, en tantas y tantas cosas por las que merece mantenerse erguido, cuello estirado y ojos abiertos.
Esto contrasta con lo que percibimos a diario. Cada vez es más frecuente ver a personas mirando al suelo o a un dispositivo electrónico móvil mientras caminan, y esto tiene algunas consecuencias. La primera, y de perogrullo, es el riesgo al choque interpares o al tropiezo. La segunda, problemas en las cervicales y la tercera, según investigadores de Estados Unidos, un aumento significativo de la papada. Por no hablar de las dificultades de concentración, alteración del sueño, irritabilidad o comportamientos adictivos. Es, probablemente, lo primero que vemos al levantarnos y lo último al acostarnos. A nadie extraña ya ver un acontecimiento deportivo y que los espectadores estén más pendientes de grabarlo con el teléfono móvil que de disfrutar del acontecimiento en sí. Es una realidad con la que convivimos, que nos está transformando. Así pues, olviden la extraña pero original película Don’t look up, protagonizada por Leonardo di Caprio, que cuenta la historia de dos astrónomos que descubren que un meteorito destruirá la Tierra, y disfruten mirando hacia arriba ya que descubrirán innumerables atractivos y reducirán papada. Miel sobre hojuelas.