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Mi gran pasión por las motos

No lo dudé un instante y en un santiamén con sólo catorce años me encontraba a bordo de una vieja Roa paseando eufórico por la avenida de las Fuerzas Armadas en mi primera experiencia motorística que jamás olvidaré.

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  • En el centro mi moto Piaggio que me robaron y con la que tantos viajes hice a Gibraltar y por toda la comarca -
Ya siendo muy pequeño sentía una atracción especial por las motocicletas pese a que por los años cincuenta no proliferaban precisamente, pero como teníamos el privilegio de vivir en una zona como la nuestra con Gibraltar a un tiro de piedra, desde la colonia británica venían muchos jóvenes motoristas con aquellas impecables Norton, BSA y alguna que otra Harley que nos hacían la boca agua.

Aquí en nuestra ciudad cuando vivía en la calle San Juan había un personaje muy popular por aquellos tiempos conocido como Marcos el practicante que tenía una moto, con la que solía subir a una buena velocidad la entonces transitable para vehículos calle Prim. Más de una vez pude comprobar que fue advertido por los queus (policías municipales de la época) de que se moderase respondiendo siempre de forma mecánica el motorista: "Joé si no voy ni a 20".

Ya mi afición se hizo más patente cuando vivía en Fuerzas Armadas en donde tuve la oportunidad de experimentar mi primera experiencia como motorista, para lo que he de decir que previamente había aprendido a montar en bicicleta hasta dominar las dos ruedas por completo, pero eso no resultaba muy práctico en especial en una población como Algeciras que cuenta con bastantes cuestas.

Fue mi primo Paco el que me llamó nervioso para enseñarme una moto de marca Roa prestada, el que me invitó a probarla. No lo dudé un instante y en un santiamén con sólo catorce años me encontraba a bordo. Paco me trató de explicar el tema de los cambios, del embrague y del freno, en especial el de pie, pero le respondí que no se preocupara que aunque era mi primera incursión en el motociclismo me encontraba al tanto.

No dudé un momento y lo que más trabajo me costó fue arrancarla, porque el pedal estaba bastante duro y yo por supuesto nada habituado a hacerlo. Por fin metí la primera y enfilé la avenida que se encontraba muy a propósito para la prueba, dada la escasez de vehículos en aquellos años. No recuerdo cuantas vueltas di pero lo que si puedo decir es que fue uno de los días más felices de mi vida y que nunca he olvidado.

Pasados unos años y al filo de cumplir los veinte, tuve la oportunidad de comprarme mi primera moto y fue una scooter de la marca Lambretta cuyo color gris lo cambié por el negro y la doté de unos espectaculares adornos cromados. Me dio un servicio impresionante y siempre la tenía a punto gracias al trabajo de mi amigo Manolín, que tenía un taller en las proximidades de la antigua estación del tren en Agustín Bálsamo. Al igual que pasa ahora y como la moto era de 125 c.c. aspiraba a más y para ello no dudé en adquirir otra Lambretta pero de 150 c.c. con la que hice bastantes viajes por la zona.

Ya había empezado la fiebre del automóvil y tras el boom de los Seat 600 comenzaron a surgir nuevas marcas y el interés por la moto empezó a decaer un tanto hasta el extremo que las tuve obviadas casi una década.
Pero el que es motorista nunca lo olvida y de nuevo me interesé por las dos ruedas y me ofrecieron una Vespa de 150 c.c. en gran estado y a buen precio que una vez más despertó en mí la vieja afición por este práctico y eficaz medio de locomoción.

Llegué a tener otra Vespa más hasta que llegó para mí al súmmum cuando me compré una flamante BMW de 950 c.c., mi moto preferida de siempre. Ya se trataba de palabras mayores pues los dos potentes motores boxer le proporcionaban un empuje sensacional y resultaba muy manejable pese a su gran peso.

No fue la última, ya que cuando pasaron unos años y con una edad en donde los reflejos y la movilidad son importantes, me decidí de nuevo por el scooter y me procuré una nueva Vespa de 150 c.c. marca Piaggio que me prestó grandes servicios por su gran fiabilidad, hasta que la sustrajeron de la misma puerta de mi casa y de ella nunca más se supo. Ahora me encuentro nostálgico y no se si volveré a tener una nueva moto, pero no descarto esta posibilidad. Pienso en tatuajes, a los que por cierto odio, en chalecos de cuero, en el pelo recogido en coleta, en botas altas y en Harley Davidson.

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