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Escrito en el metro

El patinete fantasma

En las noches sucesivas las denuncias se multiplicaron. Los medios de comunicación se hicieron rápidamente eco del que bautizaron como Patinete fantasma

  • Circulación con patinetes eléctricos -

En la noche de Todos los santos, víspera de los difuntos, como cada año nos reuniremos, en torno a una buena bandeja de los exquisitos frutos de otoño, desde madroños, majoletos, caña de azúcar o paladú, hasta castañas asadas o bañadas en chocolate en exquisitos marrons glacés . En torno a los otoñales manjares a cada uno le toca contar alguna historia sobrenatural en la que la vida y la muerte se entremezclan de manera difuminada. Para esta ocasión he decidido relatar esta que me narraron hace solo unos días.

Según me dijeron había una pareja de jóvenes, que como en muchos cuentos y novelas, ella procedía de una familia rica y él de una pobre. Su historia de amor la habían homologado a la peli Titanic, que vieron unidos cientos de veces. Estaban tan identificados con la historia que cuando llegaba la media noche, hora de acompañarla a su casa en el barrio rico al este de la ciudad, ambos se disponían en el patinete como si fuese la proa de tan desgraciado buque, emulando a Rose y Jack. Cada noche atravesaban la ciudad de un extremo a otro, en línea recta a través de avenidas y paseos, y así ella disfrutaba de la brisa de los deseos en su cara y él de tenerla entre sus brazos. Tras un tierno beso de despedida él retornaba por el mismo camino. Pero una noche de febrero, bajo la luna llena de nieve, algo pasó y no volvió.

Días más tardes alguien avisó a la policía de que había visto un patinete sin nadie que lo condujese en dirección al este. Se rieron de ella y bromearon sobre lo que podría haber tomado. Pero a la noche siguiente otras dos personas alertaron del mismo fenómeno. Al próximo que llame con esa tontería le obligo a hacerse el test de alcohol y drogas, le propuso irritado el agente de guardia a su compañero.

En las noches sucesivas las denuncias se multiplicaron. Los medios de comunicación se hicieron rápidamente eco del que bautizaron como Patinete fantasma. Las gentes se tiraban a la calle a medianoche para contemplar tan fantasmagórica imagen. Hasta el alcalde incrédulo visionó las imágenes de las cámaras de seguridad y ordenó acordonar todo el recorrido para que no se produjesen altercados.

La luna fue decreciendo, menguante, hasta que quedó como un fino ribete dorado. Fue entonces cuando todos los patinetes, como una ristra de traca, fueron explosionando de este a oeste, iluminando toda la ciudad con sus llamaradas. Cuando los bomberos y vecinos lograron sofocar la hilera de antorchas y un viento fuerte barrió todo el humo, en el cielo oscuro se pudo ver más clara la fina luna. Delante de la luz cinérea de la cara oculta se podía apreciar la figura de los dos amantes entre abrazados a uno de los cuernos de Selene como si de la proa de su patinete se tratase. Sobre el corcel metálico se habían prometido mutuamente la luna y el embrujado patinete les concedió su deseo.

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