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Juan Iborra, un profesor español entre los Nobel

Cuando el profesor español Juan Iborra recaló en Suecia en 1972 en busca de la "libertad" que entonces no se respiraba en su país nunca soñó que llegaría a convivir con su "ídolo", Mario Vargas Llosa, a quien acompañará en los actos que el Premio Nobel de Literatura protagonizará en Estocolmo.

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 Cuando el profesor español Juan Iborra recaló en Suecia en 1972 en busca de la "libertad" que entonces no se respiraba en su país nunca soñó que llegaría a convivir con su "ídolo", Mario Vargas Llosa, a quien acompañará en los actos que el Premio Nobel de Literatura protagonizará en Estocolmo.

Iborra ha sido nombrado por la Fundación Nobel "attaché" -una suerte de acompañante, guía e intérprete- del escritor peruano, premiado este año con el más prestigioso galardón literario, que recibirá en Estocolmo el próximo día 10.

Una designación, la de Juan Iborra, que ha llegado por méritos propios. Y es que no en vano este español, de 61 años, y con una larga experiencia en el país escandinavo, trabajó casi tres lustros en la Academia Sueca, encargada cada año de anunciar al mundo el Nobel de Literatura.

Iborra, que desempeñó hasta el pasado año el puesto de intendente en esa institución y que ahora reside en España, estaba de visita en Estocolmo el pasado 7 de octubre cuando se hizo público el nombre de Vargas Llosa como merecedor del Nobel.

"Estoy en Estocolmo si necesitáis mi ayuda", recuerda Iborra, en una entrevista con Efe, que les dijo a los académicos suecos en ese momento. Y a la media hora, precisa, su teléfono sonó reclamando su presencia para poco después nombrarle "attaché" del autor peruano.

Esta designación ha supuesto "una satisfacción muy grande" para alguien que se define como "entusiasta y seguidor" de la carrera de Mario Vargas Llosa, del que se ha leído prácticamente toda su producción narrativa y ha seguido los artículos periodísticos que el genial escritor publica asiduamente en la prensa.

Lo considera su "ídolo" literario, por ello, después de la "Semana Nobel"- del 5 al 12 de diciembre-, en la que estará las veinticuatro horas del día a disposición del autor y le acompañará a todos los actos programados por la Fundación Nobel, no oculta que estaría encantado si surgiera una "amistad fructífera" de la que estaría "orgulloso".

Aunque es la primera vez que actuará como "attaché" -todos los premiados cuentan con uno-, Iborra ya había colaborado con otros galardonados con el Nobel de Literatura. Fue el caso del italiano Dario Fo y del portugués José Saramago cuando estuvieron en la capital sueca para recoger su cetro.

Al primero lo recuerda durante su trayectoria como intendente como el Nobel de Literatura "más simpático y aplaudido" y la conferencia que ofreció el italiano ante la Academia Sueca -una institución sujeta a un estricto protocolo- la define como un "show" insólito de palabras adornadas con dibujos.

También rememora discursos de premiados "cortos, secos, serios e intelectuales", porque Iborra conoce los detalles de lo que se desarrolla de cara al público pero también de lo que tiene lugar entre los bastidores de la Academia Sueca.

Cada año, explica, una vez se apagan las luces del Concert Hall de Estocolmo con la clausura de la ceremonia de entrega de los Premios Nobel, comienza un nuevo proceso que concluirá en octubre.

Y es que los académicos, precisa, se pueden tomar todo ese mes para hacer público su fallo, siempre en jueves. Antes habrán elegido una lista de 150 escritores, de los que escogerán 50 candidatos y de ellos sólo cinco llegarán a la selección final de la que saldrá un nuevo laureado.

Al parecer, apunta Iborra, en el caso de Vargas Llosa los académicos llegaron "enseguida" al consenso, porque su premio se anunció a primeros de octubre. "En esa fecha ya se pusieron de acuerdo ", puntualiza Iborra, que presume, tal vez por su carácter latino, de mantener una relación de amistad con el noventa por ciento de los miembros de la Academia.

Una institución a la que llegó desde la enseñanza pública sueca, donde ejerció como profesor desde el 1977 y hasta 1995. Antes había desarrollado trabajos en la hostelería porque, dice, son "los más fáciles" cuando no conoces un idioma y llegas a un país.

La curiosidad y el amor, confiesa, le condujeron hasta Suecia, un país al que veía como "enigmático, moderno y superdesarrollado" y "muy lejos" de la España de 1972.

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