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La dona del barranco de la Tinaja pide ayuda

En el barranco de la Tinaja malvive un abrigo con petroglifos

La dona del barranco de la Tinaja pide ayuda.

En el barranco de la Tinaja malvive un abrigo con petroglifos, es decir,  símbolos grabados en roca que se han mantenido a lo largo del tiempo y que como  se ubican en término de Jaén, terminarán desapareciendo por la falta de iniciativa  institucional para su conservación. 

Para evitar una mayor degradación del lugar, no se ubicará esta cueva, para aquellos que aún la desconocen, como un grupo de personas que quieren  desempolvar el significado de esos símbolos. Apenas amanece, se disponen a  alcanzar dicho barranco con la ayuda de un vecino jaenero. 

Parece ser que proceden del periodo neolítico y son el antecedente más  cercano a la escritura, de hecho, su uso como forma de comunicación data de  10.000 años antes de Cristo. 

Estos desconocidos petroglifos son el símbolo de una antigua cultura  asentada en Jaén que quiso plasmar en la piedra un conjunto de conocimientos  ancestrales, porque todos los pueblos de la tierra han legado sus experiencias más  íntimas a través de objetos y lenguajes simbólicos, para relacionarse con lo divino  y sintetizar esa mística relación con las fuerzas de la naturaleza o dioses, para que  sean propicias y salvadoras. 

Entre las figuras, que aún se conservan, aparecen unos círculos  concéntricos que podría simbolizar el carácter sagrado de todo el zócalo. Pero la emoción se apoderó de la joven que rociaba con agua una silueta  que semeja la diosa de la fertilidad. Ella es la dona que clama amparo para  mantenerse amarrada a este trozo de roca. 

Otro de los presentes centra su atención sobre una cabeza redonda metida  en una especie de escafandra. ¿Serán seres de una cultura superior que ya  habitaron estos lares? 

Esa interrogante provocó el silencio entre los asistentes. Unos minutos  cavilando. De nuevo, mutismo, tan solo alterada por el jadeante descubrimiento de  un cuerpo dentro de un mono donde no se distingue facciones ni extremidades. 

¡Córcholis!, ¡recórcholis!, ¡la descripción de la Atlántida!. El dedo índice de  otro de los exploradores señala otra figura con una cazoleta central rodeada de  zonas concéntricas que son atravesadas por una línea recta, desde el interior del  depósito.

Bien podría ser el plano de una ciudad como la de Marroquíes Bajos, que  coincide con el retrato que Platón definió a la Atlántida. 

Ahí no quedó la cosa…

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