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La Rota que se nos fue

La Rota que se nos fue es una familia congregada comiéndose un pollo en el Espadero, acampando en el camping Punta Candor,

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La Rota que se nos fue huele a flor de azahar por la calle Charco, suena a música extranjera  a ritmo de rock and roll frecuencia que aún no se sintoniza en el resto del país, sabe a caracoles con ese aroma espesante y penetrante o a sangre con tomate mientras pisas el serrín, te salpica los chapoteos de los chavales que se cuelan en la piscina del Benny’s, vamos guardando silencio ya porque va a empezar la película en cualquier de los cines que recorren el pueblo, Florida, Royal Cinema o Victoria. 

La Rota que se nos fue es más que una sucesión de fotos antiguas en una red social para apelar a la nostalgia y los recuerdos. Es un pueblo costero y mayeto que se transformó al mundo en los años cincuenta del siglo pasado tras la instalación de una base norteamericana a este lado del charco. La Rota que se nos fué ya no construye rascacielos que abrazan al mar en dicha avenida que da nombre a provincia, lugar de residencia de muchos veraneantes que huyen del calor sofocante buscando aquí una tregua bajo los toldos de la playa o un baño medicinal en el Hotel Balneario o disfrutan
de un concierto en el Bar Playa.

La Rota que se nos fue es una familia congregada comiéndose un pollo en el Espadero, acampando en el camping Punta Candor, dicha avenida nombrada hoy en honor a un señor belga cuya familia supo vislumbrar el potencial turístico de la Costa de la Luz, su familia había adquirido la propiedad pública de la Almadraba, que en su memoria histórica aguarda un tachón como lugar de concentración y clasificación de presos. Pero aquellas cadenas hoteleras se difuminan en el horizonte debido al gran parque de viviendas en ciertas páginas de internet que en muchos casos juegan a saltar fiscalidad alguna.

Pero en definitiva la Rota que se nos fué va más allá de un grupo de ancianos charlando y contando sus vicisitudes del pasado a la sombra en la Plaza del Triunfo o en la Plaza de la Plancha, es una villa que debe aspirar a la temida sostenibilidad para poder saludar al que encuentra un paraíso en esta orilla para calmar su alma y no decir adiós al hijo y nieto del roteño de los Corbeto, Chocoyos, Fosforito, Bocanegra o cualquier otro mote heredado de padre a hijo. 

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