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Punto de inflexión

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Esteban es un estratega consumado. No lo digo solo por la manera de mover las piezas en el terreno de juego, sino por cómo sabe manejar las distintas situaciones que se presentan. Supo manejar y unir al máximo a la plantilla en aquella temporada de despropósitos económicos con Gil Silgado en la presidencia; mantuvo a los jugadores al margen de problemas crematísticos en la campaña de la salvación imposible y los supo guiar por el camino de la confianza sin límites y manejó los mimbres a la perfección en el histórico ejercicio del ascenso, sabiendo que el mismo llegaría cuando tenía que llegar y aislando a sus pupilos de la euforia desmedida que se vivía en el entorno; incluso apeló a las circunstancias de la unidad del vestuario cuando una figura como Altidore ni siquiera llegó a jugar un minuto. Hubiese sido, quizás, un desaire para gente como los Bermejo, Calle o Antoñito o Michel que lo daban todo cada vez que vestían la camiseta azul. Y ahora ha ocurrido tres cuartos de lo mismo. En momentos de zozobra, de desconfianza, por qué no escribirlo abiertamente, ha sabido marcar perfectamente los tiempos. Su discurso siempre ha sido positivo. “Sé cómo estamos trabajando” ha dicho en alguna oportunidad. Ha mostrado confianza plena en sus futbolistas. Los ha defensido siempre y los ha apoyado como ha ocurrido con Toni, al que sigue otorgando galones de titular. No ha dado paso en falso alguno. Incluso en sala de prensa cuando alguien le preguntó si temía por su cese, si los resultado seguían siendo negativos, no tuvo reparos en responder con naturalidad. Él mismo hablaba de la tranquilidad que irradiaba en su interior y en un acto, en el que coincidimos unos segundos, me dijo que se encontraba perfectamente. Esa seguridad que imana hacia el exterior es lo que hace que la confianza en el trabajo de Esteban sea casi ilimitada. Esa confianza en el cuerpo técnico, arrancando por la labor, no valorada en muchas ocasiones como se merece, de Miguel Ángel hace que se pueda hablar del resultado de ayer como de un punto de inflexión para el devenir de la campaña. El gol de Rueda me recordó a aquel que Viquiera marcó, de falta directa, ante el Celta rompiendo una racha de tres partidos consecutivos perdiendo, los tres primeros de Esteban en el banquillo en la 2007/08. A partir de ahí llegaron momentos para la historia. La salvación y luego el ascenso. A partir de ahora deberá llegar la tranquilidad para un equipo que aún está haciéndose, con jugadores que han llegado a última hora y que deben dar mucho juego. Y me refiero a gente como Lucas Porcar o Marquitos e incluso Manuel Redondo. O gente como Sidi Keita o el propio Rafa García, ayer suplente, que tiene que mejorar mucho respecto a sus últimas actuaciones.
En este Xerez de desasosiegos institucionales -aunque desde la dirección general, y no me escondo, se están haciendo las cosas mejor que bien, a pesar de críticas adversas que, en muchos casos, me parecen totalmente injustas-  lo que más se necesita es estabilidad deportiva. Y esa estabilidad se puede conseguir a partir de ahora. No hay que voltear campanas, hay que saber qué es lo que se tiene y cómo está la entidad. Hay que ir buscando posiciones de tranquilidad, que desde ahí se pueden dar muchas alegrías a los aficionados y se ayudará a que las gradas de Chapín vuelvan a emocionarse y a llenarse como se llenaron en momentos en los que Esteban y Miguel  Ángel estaban ahí.

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