‘Aquí me tienes’ dice El Arrebato en el single de adelanto de su nuevo disco, el séptimo en 11 años de consolidada carrera. También es el más versátil en cuanto a estilos y el más homogéneo en lo que respecta a su sonido, más de directo. Cantado, compuesto y producido por él mismo, ‘Campamento Labandón’ se atreve incluso con el blues y el swing, sin abandonar la rumba. El Arrebato regresa como el cantautor pop-rock de acento andaluz que siempre ha sido, el mago de las rimas directas y los estribillos encadenados.
En esta entrevista descubre a Viva Huelva las claves de su éxito y qué de nuevo y de siempre se puede encontrar en su último trabajo.
Llegas a Huelva con nuevo disco debajo del brazo. ¿Qué va a encontrar el público en ‘Campamento Labandón’?
–El que busque a El Arrebato lo va a encontrar, porque está ahí, pero también es un disco muy osado entre comillas, porque incluye otros ritmos y otras melodías. He intentado perfeccionar más el sonido, porque yo soy un artista de directo, de escenario. El disco es un medio para llegar a ese momento, y lo que he querido es trasladar a este disco el sonido del escenario. He tocado con los músicos que están en directo conmigo, he buscado que suene como sonaría en directo, sin meter ningún instrumento más, y el resultado es un sonido muy auténtico y de banda, y con otros ritmos, como un blues o un swing.
Te consideras un artista de directo, pero te implicas en tu trabajo al cien por cien, ya que compones, cantas y te responsabilizas de la producción artística.
–Es que es la única manera de conseguir lo que quiero. Llevo haciendo esto desde el disco “Que salga el sol por donde quiera”, donde produje la mitad, y no me ha ido mal.
Y eso a pesar de la eterna crisis de la industria musical. ¿Cómo la ves?
–La veo muy mal. Hace tiempo que está así, y ahora está letalmente dañada. Está dando los últimos coletazos, según mi visión. Lo que reprocho un poco es la poca reacción que tiene la industria, esperando a ver lo que dura. Si ya nadie compraba un disco, imagínate ahora que la gente está ‘tiesa’.
Pero la gente sigue yendo a los conciertos.
–Sí, pero también se nota la crisis. Los ayuntamientos no tienen dinero o hay poco para espectáculos, la gente no tiene dinero para ir a los conciertos, porque a veces es muy caro… Pero hay algunos que mantenemos el tipo. Tengo la suerte de que entro muy bien en todos los circuitos: gusto a los niños, los jóvenes, los mayores. Soy un músico de familia. De momento, la gente paga una entrada para verme. A Huelva vine el año pasado y llenamos.
¿Y para cuándo otra visita a Huelva?
–Quiero volver este invierno- primavera a presentar el disco.
La crisis está muy presente en tu disco. Hay una canción que alude a esta situación.
–Sí, ‘Me hace falta dinero’. Con esta canción intento desenfadadamente hablar del tema y sobre todo lanzar el mensaje de que el dinero no lo es todo en la vida. Realmente, las cosas que nos hacen felices de verdad no son el dinero, aunque nos da una estabilidad para vivir este mundo, pero no la vida, y eso es lo que la gente no sabe distinguir. Somos más que eso: ver un amanecer no cuesta dinero, y tener un amigo de verdad tampoco, y tu dignidad y tu libertad no tienen precio. Es un mensaje positivo con una canción simpática pero con mucho contenido.
Canciones desenfadadas pero con mensaje. Ese es tu principal rasgo.
–Sí, pero no lo hago queriendo, me salen así. Son canciones muy espontáneas y sinceras, que te las crees, y es fácil que las hagas tuya. No hay un trabajo de elaboración, sino que sale del corazón, del campamento Labandón, como yo le llamo.
Y así se llama tu disco. ¿Qué es el campamento Labandón?
–Es el corazón, mi mundo interior, de mis emociones. Es una expresión que uso mucho. Cuando algo me gusta siempre digo que se queda en mi campamento para toda la vida.
¿Te sientes querido por el público?
–La verdad es que demasiado. La gente conmigo es muy generosa y cariñosa, y eso me llena de agradecimiento y de responsabilidad, porque uno tiene que estar a la altura de ese cariño. Eso me hace mejorar.
Antes hablábamos de una canción sobre la crisis, pero también hay otra dedicada a una de tus hijas.
–Hay dos, una al nacimiento, que está dedicado a la mayor, Rocío, y otra a Nerea. Pero es de un momento que viví con ella muy bonito. Yo vivo en el campo y había un espacio donde no sabíamos que hacer, y al final decidimos hacer un jardín, pero solo los dos. Nos hemos pegado un año trabajando en el jardín, Nerea, que tiene 12 años, y yo. Al final he puesto un cartelito de “Los jardines de Nerea”, que es el título de la canción. Pero la canción no es al jardín, sino a los momentos vividos y lo que para mí han significado.
¿Con qué canción de tu carrera te quedarías?
–Es muy complicado elegir. ‘Poquito a poco’, por ser la primera y de mayor éxito; ‘A mí na más’, una canción que para mí ha sido muy importante, me ha dado mucho y es muy buena embajadora de mí; o ‘Búscate un hombre que te quiera’, que es el clásico… Es muy difícil elegir.
¿Y el himno del Sevilla?
–Es que el himno lo tengo como más fuera de mi carrera, como algo personal. Es muy bonito lo que me ha pasado, porque todos los que nos dedicamos a esto, algo buscamos. Tenemos la vanidad del autor de perpetuarse, y la única canción que veo que me da esa oportunidad es el himno del Sevilla. Dentro de 100 años nadie se va a acordar de ese del pañuelo que iba por ahí cantando, pero sí habrá gente que recuerde que yo hice el himno, y quedará en la historia del fútbol y de Andalucía, aunque sea un trocito pequeño.
Para terminar, una curiosidad. ¿Por qué siempre llevas un cintillo en la cabeza? ¿Es un amuleto o simplemente te gusta?
–Es una anécdota. En el primer disco no lo llevaba, porque la foto era un dibujo, pero en el segundo, en el reportaje de fotos que me hizo un fotógrafo muy bueno, Javier Salas, hizo muchas fotos intentando buscar mi naturalidad, a la persona y no una pose. En uno de los momentos, me dijo que estaba buscando al tío que había entrado por la puerta, y yo llevaba el cintillo cuando llegué a la sesión de fotos, así que me puse la ropa que traía puesta y el cintillo, y una de esas fotos se quedó como portada. A partir de ahí, empezaron a aconsejarme que me lo dejara, y al final es una seña de identidad.