Antilopez llega de nuevo a Sevilla para participar en el, cada vez más asentado, ciclo musical estival sevillano Nocturama, que este año cumple su décima edición. Su concierto está programado para el jueves, 3 de julio, en las instalaciones de Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, en el CAAC.
En los últimos meses han pasado, además de por Sevilla, por ciudades como Barcelona, Madrid, Granada, Málaga, Zaragoza, Huelva, Cádiz, Valencia o su pueblo natal Isla Cristina. Antilopez se encuentra en uno de sus mejores momentos con el buen sabor de boca de un disco, un show y una gira llamada Por desamor al arte, en la que la madurez del dúo de cantautores se refleja de concierto en concierto y la improvisación y las emociones se palpan, haciendo que muchos espectadores vivan un viaje musical difícil de explicar.
La lista de sus ilustres fieles seguidores es larga y constante con nombres como Pablo Alborán, Martirio, Manu Carrasco, El Cigala, Buenafuente, Gran Wyoming y muchos más.
Antilopez es un dúo español de artistas con un nuevo concepto de canción de autor. Su música suele etiquetarse como inclasificable. Estos compositores, guitarristas, interpretes, creativos y cómicos nos sugieren un nuevo estilo música, el “chiripop”, que podría describirse como “absurdo-depresivo con catarsis tragicómica”.
En pocas palabras, una actuación de Antilopez es una combinación inteligente, surrealista y variada en estilos de canción e interpretación, que suscita la interacción del público.
El nombre es el resultante de un hibrido entre la parte superior de un antílope y la cola de un pez, apelando al don de fluir de los depredadores.
Antilopez está formado por un lado por José Félix García, nacido en Isla Cristina, Huelva, en 1982. Empezó en esto de la música a los nueve años, cautivando con su voz de niño en sus interpretaciones en los coros parroquiales. Nunca tuvo sentido del ridículo, lo que le ayudó a desarrollar una capacidad teatral que se volvió escenario de su cantar.
Encasillar a Félix es casi imposible pues su versatilidad como cantante y actor es enorme y eso le lleva a poseer una seguridad y alegría en el escenario pocas veces vista.
La otra mitad responde al nombre de Miguel Ángel Márquez Cáceres, que creció entre músicas del mundo, ensayos de orquestas pachangueras y corales polifónicas, arropado por los sonidos de la guitarra flamenca de su padre, que se encargó de cumplir esa tradición gitana que dice que si un patriarca le corta las uñas a un bebé, le transmite el duende artístico.
Con treinta y un años, Miguel conserva su corazón de niño y esa oscuridad que le mueve a preguntarlo todo, a descubrir y a crear para sorprender a sus mayores. Su composición está llena de frescura mientras los temas que trata ahondan cada vez más en los problemas sociales y personales de todos.
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