Siempre interpretada bajo las claves del melodrama con tintes de cine negro, Los abrazos rotos, película que Almodóvar siempre tilda como una de las más complejas de su carrera, fue de algún modo reescrita por él mismo en Cannes, donde aspira a la Palma de Oro y dividió opiniones.
Esta nueva versión la había guardado para sí. “No me habíais preguntado nunca por ello y aquí no me lo han preguntado pero yo quería decirlo”, explicó.
“Es una metáfora que no está clara, está dentro de mis intenciones y si no la digo no se sabe. Lo que ocurre es que no encontré un hueco para que en la película se expresara de un modo explícito”.
Las dos identidades que el personaje principal de su película adopta –Mateo Blanco y Harry Caine– pueden interpretarse como un país que huye de su propio pasado, pero que finalmente tiene que enfrentarse a sí mismo.
“Las películas que hacía en los 80, de un modo deliberado, no estaba ni la sombra de Franco. Para mí negaba que Franco hubiera existido y era el modo de vengarme contra su memoria”, afirmó.
“Pero llega un momento en el que es imposible renunciar a la memoria. Es necesario afrontarla para equilibrar la situación”.
Por ello, ahora Almodóvar se siente capaz de adaptar al cine el libro de Marcos Ana Decidme cómo es un árbol y abordar el pasado de España.
“Mi personaje es lo que hace: 14 años después se siente capacitado. Le es imposible seguir llamándose Harry Caine y decide volver a montar la película”, argumentó.
“Lo anterior ha sido una intromisión en su trabajo, pero los negativos de las películas son mucho más longevos que las personas que atentan contra ellos”.