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El Puerto

Lo que yo te diga... de lo que estamos viviendo

Luis Miguel Morales VS Quique Pedregal.

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  • Abdel Hamid Abaaoud. -

Luis Miguel Morales | Nos van a santificar a base de acostumbrarnos a tener que estar pidiendo continuamente perdón. Perdón por ser como somos, por cómo pensamos. El último por vivir y cómo vivir. Al hilo de los atentados ocurridos en París, si lamentable y tristes me parecen los actos cobardes y deleznables, en la misma línea, otros, los amigos de lo absurdo, se empeñan en recordarnos que el Quijote sigue imperando en una parte de nosotros.

Criminalizar a las víctimas no debiera ya sorprender a nadie. El parisino de turno debe -ya lo ven- plegarse y volver a perdonar por dejarse acribillar. Ya sabe, somos los malos y como tal debemos pagar por ello. Ellos, los pobres, los saqueados, se revelan. En defensa propia o muy cerca de ella dicen estar. Pedir perdón.

Debemos seguir pidiéndolo. Los bárbaros quieren arrebatar a base de Kaláshnikov el Estado de bienestar. Hacerlo en la tierra que se firmó la Declaración de los Derechos Humanos no es hacerlo al azar, no es hacerlo porque sí en Francia, es hacerlo en la civilización, en el lugar que acogió y dio un hogar a tantas familias.

Pues aun así, el diálogo y la rosa en la mano debiera ser la respuesta tras la matanza.
Con la boca pequeña condenan la atrocidad, con la bocaza proclama justicia y bondades para el ruin, el paria y el bastardo de la estirpe.

Comprensión y elogios para el ejecutor. Y es que la corriente del antisistema sucumbe ante la idiotez del marginal, el que con una facilidad pasmosa justifica y encaja las piezas, la matanza y las ejecuciones. Los indefinidos atormentados, los incompletos, necesitan de una constante animadversión con su vecino para plegarse ante el desconocido.

El absurdo a la máxima. El tú antes que yo. El grito contra el terrorismo sigue sin ser oído por el que se muestra solidario a tiempos parcial.

La pobreza intelectual no tiene límites. Hay que acabar y aniquilar a los tártaros. Eliminarlos del mapa. Y cuanto antes mejor. Lo contrario es darles vida.

La comparativa que nace en cada decisión no encuentra, paradójicamente, la misma premura cuando encontraron el poder. La polémica endeble del que todo lo cuestiona sin ton ni son no halló la repulsa sin más. No aburran, no distraigan y no insulten más el silencio. Solidaridad incondicional.

El país más visitado del mundo, del amor, no merece cuestiones, necesita apoyo, unión e inteligencia. Siempre nos quedará París; para los integradores, siempre quedará Siria.

Por mis muertos, por tus muertos. Vivan y dejen vivir. Y no precisamente en ese orden.

Quique Pedregal | Cómo es natural, en un estado democrático debemos invocar siempre al Estado de derecho y a la legislación vigente. Lo que estamos viviendo estos días, repetido varias veces en los últimos años, nos lleva a pensar en la respuesta contundente que debe dar la sociedad ante esta barbarie.

Para bien o para mal no nos queda más que aplicar la ley que hemos aprobado todos y cada uno de nosotros, y permitir que sea la propia legislación la que marque el camino a seguir. Está claro que la legalidad y su aplicación provocan dolor y sufrimiento.

Pero también está claro que la inacción, los cuentos de hadas y las buenas palabras e intenciones, no nos llevan a ningún sitio. Debemos comprender y debemos hacer entender que la situación exige medidas extraordinarias, medidas que no necesariamente tienen que pasar por la violencia, pero medidas al fin y al cabo que requerirán de actuaciones que no sean del gusto de todos.

Ahora de nuevo tenemos obligatoriamente que estar unidos en las acciones, en los mensajes y en los posibles resultados. Sopesar la situación y sopesar las consecuencias. Nuestra sociedad no merece sentirse mal, ni debe sentirse culpable. Tampoco debe justificar de ningún modo la situación que se está viviendo.

El ojo por ojo no es válido en nuestra sociedad, pero no debemos quedar impasibles. Aplíquese la LEY.

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