Aún estaba caliente el cadáver de Rita Barberá y ya se había reiniciado en las redes sociales, y en el Parlamento, que no se si es peor todavía, nuestra cotidiana guerra civil. De momento no hay tiros, pero sí declaraciones y caracteres electrónicos que lo llenan a uno de desazón y de angustia
Cuando muere un ser humano, imputado o no, lo que manda el sentido común, la moral humana y la buena crianza es condolerse, arropar a la familia del fallecido y, si se es creyente, rezar una oración por su alma. Pero esto es España, señora, y aquí vivimos en permanente pelea unos con otros. Así, en cuanto se confirmó la noticia ya había tuiteros alegrándose abiertamente de la muerte de Rita Barberá, y aplaudiendo al infarto que había acabado con ella. Es verdad que otras personas lamentaban la muerte, pero la mayoría de escribientes derramaban todo su odio y su asco en catorce caracteres.
De nuestra clase política mejor no hablar. O sí, hablemos, a ver si puede ser que les de vergüenza: El Partido Popular, que la había arrinconado para no mancharse con su presencia, resulta que sale diciendo que la muerte de Rita Barberá es debida a la cacería mediática y a los ataques de los otros Partidos. No voy a negar que la persecución de esta pobre mujer ha sido contundente, pero resulta que eso es la democracia, aceptar que los ciudadanos y la prensa fiscalicen tu actuación política. De eso a responsabilizar a la gente de una muerte hay una diferencia que el PP nunca debió eludir.
Lo de Unidos Podemos da literalmente asco. Eso de que se convoque un minuto de silencio en la sede de la soberanía popular por la muerte de una compañera, y sus Diputados se salgan para no secundarlo es un acto deleznable que demuestra cómo el odio y la intransigencia se han asentado también en los sillones parlamentarios. A mí no me vale la excusa de que con Labordeta no quisieron hacerlo o de que es sentar un precedente raro. Hay una mujer muerta que hasta ayer estaba sentada con vosotros y eso debe bastar para que uno se levante y guarde silencio.
Desde la modestia de mis artículos, alguna vez yo también he atacado a la señora Barberá. Acepto, por tanto, la parte de responsabilidad que el PP, con su habitual hipocresía, nos ha cargado a todos los que escribimos u opinamos. Pero vaya desde aquí mi minuto de silencio por la señora Barberá y mi deseo de que Dios la tenga en su santa gloria.