De todos es conocida la rivalidad entre el Sevilla y el Betis, que llega hasta a dividir familias, provocar divorcios y otras desgracias. De mis tres nietos, que viven en un barrio periférico de Sevilla, dos son del Betis y una del Sevilla, fíjense ustedes que plan.
Bien. Pues parece que la rivalidad no se ciñe exclusivamente al terreno de juego, sino que también ambas aficiones –parte de ambas aficiones, seamos justos- parecen competir en machismo y en desvergüenza: ¿recuerdan ustedes los cánticos de apoyo a un jugador verdiblanco acusado de maltrato a su pareja? Yo sí. La rivalidad, como digo, es total, y ahora, para quedar empatados, unos aficionados sevillistas se han presentado en la Navarra de Osasuna con una pancarta de apoyo a uno de los encarcelados por una violación en manada perpetrada en los pasados Sanfermines.
Presunción de inocencia, claro, pero corear cánticos en alabanza de un maltratador o exhibir pancartas de apoyo a un violador me parece tan abominable como una pancarta proetarra, algo de lo que saben mucho, precisamente, en el Sadar de Pamplona.
Pero hay algo que me ha llamado mucho la atención en ambos casos de aficionados descerebrados, y es la ausencia total de denuncia y condena por parte de los “intelectuales” de ambas escuadras futbolísticas. Sabido es que en nuestras Letras y otras disciplinas artísticas tenemos ilustres “verderones” y no menos ilustres “palanganas”. Pues puede que me equivoque, pero no he visto a ninguno de ellos levantar la pluma, el pincel o la voz para denunciar estos atropellos a la dignidad de la mujer. Parece ser que en los palcos del “Benito Villamarín” o del “Sánchez Pizjuán” se está muy bien atendido y no es cuestión de molestar a la afición, que al fin y al cabo es la que paga.
Larga vida a la rivalidad entre los dos grandes equipos sevillanos. Larga vida al sano cachondeo de ambas aficiones. Muchos Sevilla-Betis y Betis-Sevilla porque ambos son grandes equipos de gente noble y aguerrida. Por eso me da tanta pena escribir estar cosas, porque por culpa de cuatro indocumentados, fácilmente localizables, se ven manchadas dos grandes instituciones.
Se habrán dado cuenta ustedes que yo no me mojo en mis preferencias. Pero, compréndanme, quien se moja teniendo nietos de ambos bandos.