Nos hemos olvidado de la fe y la esperanza y hemos puesto todas nuestras creencias en los modernos avances de la medicina y la ciencia en general. Pero el dolor permanece sin ceder un ápice de terreno y la muerte luce su adjetivo de inevitable, como bandera vencedora. La lucha es encarnizada, pero al final y como si se tratase del "cuadro de las lanzas" lo único que podemos hacer es pedir al vencedor que nuestra muerte sea digna.
El problema no es solo individual, de quien lo padece, sino que incorpora al mismo a familia, sociedad, estado, elementos religiosos y a nivel mundial la diversidad de criterios sobre la manera de ayudar a bien morir, a esa "muerte digna" que todos llevan por bandera, es bien manifiesta y nos movemos entre no oponernos a la evolución natural, aunque evitando al máximo posible, sufrimiento y dolor; avanzando cada vez más en los cuidados paliativos, en acortar una vida irreversible, penosa, totalmente degradada a veces vegetativa, mediante la eutanasia, o en ayudar a los pacientes a que terminen prematuramente, ellos mismos, con su vida. Esto último es el suicidio asistido.
Movidos por estos motivos, fue por lo que en el programa que semanalmente realizo en Radio La Isla, bajo el titulo de "Cuerpo y Alma" quise despedir el verano, antes del periodo vacacional, con una amplia mesa de debate y esta felizmente se llevó a cabo el pasado jueves día 27 de julio.
La importancia del debate está fundamentalmente basada en tres aspectos. Primero: tenemos derecho a una muerte digna, es decir una muerte en la que el sufrimiento físico y psíquico esté rodeado de suficiente alivio y consuelo. Segundo: la forma de conseguir esta dignidad que se pide. Tercero: que es una cuestión admitida de forma muy diversa en las distintas naciones, siendo cada día más, las que se deciden por la eutanasia. Aparte está el suicidio asistido y también y esto es muy importante, el Testimonia Vital del paciente.
Pero todo ello queda atrás, en relación con el hecho mas desagradable: la penalización de cualquier acto que indique que al paciente se le ayudado a morir prematuramente, porque así él lo ha lo había pedido en múltiples ocasiones y a distintos médicos, o porque se le han indicado los medios que tiene que conseguir, para acabar con esa vida, que verdaderamente es miserable, para él y toda la familia. El Código Penal, con las penas tan severas que impone, quizás este en discordancia con la evolución que el paso del tiempo impone.
Hoy quiero agradecer públicamente a los contertulios del pasado jueves, la calidad científica, la aptitud humana, la nobleza de miras, la tolerancia entre proposiciones muy distintas y y el delicado trato que hubo entre ideas de partidos opuestos, pero solidarias y sonoras.
Este fue el tono que utilizaron los representantes políticos allí presentes, señores Loaiza Garcia y Armario Limón. Pueden sentirse orgullosos de ellos el PP y el PSOE, porque estuvieron brillantes y exquisitos. El Magistrado Zambrano Ballester, de forma didáctica y metódica puso de manifiesto el contenido actual del Código Penal, con respecto a estas formas de actuar contra la muerte.
La doctora Amparo Mogollo Galván con enorme experiencia en cuidados paliativos, defendió con auténtica pasión los mismos, como forma idónea de asistencia en los últimos momentos de la vida. El Profesor Calap CAlatayud, catedrático de Dermatologíapuso puso de manifiesto el sentir de la medicina en general y se mostró totalmente opuesto a que hubiera algún tipo de castigo penal a médico que intervenga de la forma que sea, en ayuda a la hora morir, al paciente.
Como persona de amplio eco en nuestra Isla, por su humanidad a rebosar, personalidad y perfecto sentido común, estuvo presente D. Manuel Ruiz Martinez, el alma de nuestra antigua Empresa Bazán. Su disertación fue igualmente de ayuda sin fisuras para el que sufre, sin posibilidad de poder mantenerse en esta vida.
Gracias a todos ellos. El debate merece ser seguido y no será el último, ni faltarán los mismos contertulios. De San Fernando tiene que salir la voz que haga que se modifique el Código Penal, despenalizando las actuaciones que solo tienden a que la muerte, si bien no puede ser dulce, al menos que no se deje oír la palabra indigna o amarga, para calificarla.