Desde sus primeras pinceladas se presentó al mundo como un pintor distinto, utilizando un lenguaje muy personal que refleja una figuración admirable, con gestos pictóricos expresionistas, pero también realistas, en obras de gran formato.
Santiago Ydáñez (Puente Génave, 1967) mantiene viva esa energía creativa de sus inicios, de cuando salió de la Facultad de Bellas Artes de Granada para eclosionar como uno de los grandes artistas de este país, hoy pintor reconocido internacionalmente. “Dibujo fue la única asignatura que suspendí en el instituto”, recuerda entre risas.
Aunque probó la enseñanza, Santiago Ydáñez se dio cuenta de que lo suyo era pintar, expresarse con su paleta, ofrecer un gesto vibrante que no dejara indiferente a nadie. “Mi obra no tiene sentido”, reconoce el artista, a la vez que asegura que la pintura le ha permitido “hacer siempre” lo que desea, dando sentido a una vida que le ha enriquecido artísticamente por las vivencias que ha experimentado. “Mi producción es autobiográfica. Mi pintura es reflejo de mi infancia, de mis recuerdos”, reconoce un artista que nació en un entorno cinegético, que tiene muy presente la religiosidad y que se ha empapado de la cultura y detalles de todos los países en los que ha expuesto.
“De niño fui monaguillo. Me familiaricé con la religiosidad y los santos, igual que con los animales de la Sierra de Segura. En mi obra, comparo los animales disecados con los santos, por los ojos de cristal de unos y la mirada paralizada de los otros”, ejemplifica. De hecho, desde 2002 trabaja con escultura y empezó con piezas de taxidermia, aunando lo religioso, lo profano y la naturaleza.
Después de 14 años viviendo en Berlín, el año pasado residió en Roma y ahora ha vuelto a Andalucía, donde sigue trabajando, entre Málaga y Granada, anteponiendo su Jaén, una tierra que lo admira. “Jaén me ha tratado siempre muy bien. En mis inicios recibí dos de los premios más importantes de la provincia, el Zabaleta y el Emilio Ollero, fundamentales para mi carrera”, afirma.
Con talleres en Berlín, Granada y Jaén, éste último es el más grande. “Nunca he perdido el vínculo con mi pueblo. El taller es mi almacén y centro de operaciones para hacer las piezas más grande”, asegura.
La primera exposición individual destacada de su creación fue en 1994, en Albacete, y un año más tarde, llegó al Palacio de Villardompardo de Jaén con una muestra colectiva. Desde entonces, el ritmo de exposiciones y premios obtenidos ha sido vertiginoso, llegando a países europeos como Portugal, Suiza o Noruega, además de a Estados Unidos, Canadá, Venezuela y recientemente a China. “No ha sido fácil. Del Arte se puede vivir. Hay que seguir al corazón, tener tesón y creer en uno mismo”, afirma.
La pintura de este artista jienense destacó muy pronto y los coleccionistas se fijaron en él por ser uno de los mejores del arte español. Hoy sigue trabajando y demuestra en su arte una evolución continua. “Todos los artistas crecemos cuando creamos. Vamos enriqueciéndonos con todo el proceso creativo” afirma.
Santiago Ydáñez trabaja ahora de una forma “más austera”, pero a la vez “más bestia”, reconociendo que su obra provoca “una lectura más abierta”.
El 2 de noviembre inaugura exposición en Santo Domingo, pero en la actualidad, su obra ‘Sin Sueño’ se puede visitar en la sala de exposiciones de la antigua escuela de Magisterio, hasta el 24 de noviembre. El espectador encuentra sus inconfundibles animales, reinterpretaciones de obras sacras del barroco y retratos que hacen conocido a un extraño. Todo en gran formato. “Me gusta el formato grande porque a nivel espiritual influye en la concentración y te permite que todo tu cuerpo participe de la creación artística. Es como una danza, como un ritual hipnótico”, confirma.
Para Santiago Ydáñez no hay diferencia entre pintar un rostro o un paisaje. A este respecto responde: “El paisaje es lo que está al otro lado del rostro. Te permite trabajar con resortes espirituales similares.
Un paisaje puede ser sereno, violento, misterioso o místico, como un rostro”.
Su obra no olvida la denuncia, aunque pinta en clave espiritual. “Cada imagen tiene su propio espíritu, que corresponde con el sentimiento de la vida que tenga uno”, termina el pintor.