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Hablillas

Ganas de guasa

Estas cosas sólo pasan aquí, porque a nadie le había dado por convertir un capirote de penitente en un papelón de pescado del freidor.

Publicado: 22/04/2019 ·
00:58
· Actualizado: 22/04/2019 · 00:58
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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El incendio de Notre Dame, las causas y las donaciones exprés han rodeado hasta envolver a la Semana Santa actual. Los comentarios caminan al lado de la campaña electoral, que sigue su curso, pero con las columnas de humo parisino oscureciendo el ambiente primaveral, alternándose con los dimes y diretes de los líderes, hasta que dentro de unos días hablen las urnas. Mientras tanto, la gente ha viajado según ha permitido la huelga y quienes se han quedado han echado mano del paseo, los roscos trenzados y el ingenio. El clima ha sido todo lo bueno que se despacha en este mes par que discurre entre aires bonancibles y chaparrones patosos.

A pesar de todo, es un privilegio vivir en este rincón de sur, donde el sol brilla casi todas las semanas del año. Tal vez por esto las ganas de guasa no desaparecen aunque el autor de la ocurrencia tenga la muerte al ojo. No es de extrañar, por tanto, que el periódico recoja noticias curiosas que terminan con la carcajada del lector seguida de ¡ah!, exclamación que en esta bahía se aureola con la peculiaridad de lo gaditano-cañaílla, es decir, una especie de admiración, sorpresa y molicie. No podía ocurrir en otro sitio.

Estas cosas sólo pasan aquí, porque a nadie le había dado por convertir un capirote de penitente en un papelón de pescado del freidor. Ni el mal tiempo ni el aburrimiento han sido los causantes de la ocurrencia, sino una apuesta a través de WhatsApp, que el contacto antes de enviar “vale” a buen seguro  ya estaba camino de la plaza de las Flores ideando cómo engatusar al vendedor para que llenara el inesperado y picudo continente. La cara del interfecto no hubo que imaginarla porque al video le faltará poco para hacerse viral. Sin embargo lo que pensara del solicitante queda amparado en el secreto profesional, pero es fácil transitar entre la divagación y la precisión, de la locura a la broma pasando por el disparate. Y todo salió de donde tenía que salir, una barbería en la que trabajaba un grupo de amigos que hizo esta particular apuesta con prueba gráfica.

Las redes sociales facilitaron la inmediatez y la diversión, porque en el freidor surgió la complicidad no sólo con el dependiente, que se prestó a ello con la sonrisa en la boca, sino de la concurrencia, que también permaneció atenta a lo que en la barra se esta tramando. Concluimos, pues, con la cantidad: hicieron falta poco más de cuatro kilos de cazón para llenar un capirote sin borreguito. La apuesta se ganó y el miércoles santo, día de autos, tiene otra acepción desde entonces, ahora también se le conoce como miércoles de adobo, al que añadimos muchas ganas de guasa, inofensiva, respetuosa y divertida, como las que recogiera la pluma de Bartolomé Llompat. Inolvidable por partida doble.

 

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