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Martes 16/04/2024  

De vuelta a Ítaca

El frutero de mi barrio

Desde siempre, yo soy muy de comprar en mi barrio. Y no es sólo una cuestión ética y de defensa del pequeño comercio lo que me hace preferir comprar el pescado

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  • Frutería. -

Desde siempre, yo soy muy de comprar en mi barrio. Y no es sólo una cuestión ética y de defensa del pequeño comercio lo que me hace preferir comprar el pescado, la carne o las verduras en mi barrio, sino la calidad de los productos, el trato humano, la relación de confianza que se establece entre cliente y comerciante, y sobre todo, por qué no reconocerlo, ese ratito que te pegas hablando sobre lo divino y lo humano con el tendero vecino que siempre está al tanto de todo lo que se cuece en la calle. A mí me gusta especialmente charlar con Manolo, que es el frutero al que yo voy, a pesar de que hay otros dos en la misma zona. Sus tomates son buenos, sus precios no están mal, pero sobre todo lo demás, Manolo es buen conversador que entretiene a sus compradores con el último chisme del momento.


Pero Manolo anda cabreado últimamente. Y es que dos calles más allá le han abierto un comercio chino que también venderá frutas y verduras a buen precio, y aunque como ya he dicho él tenía competencia de sobra sólo en su calle, esta amenaza le preocupa sobre todas las demás. En realidad no tendría por qué, ya que la tienda nueva apenas tiene cuatro desavíos que dan para poco más que hacer sofritos. Y aunque no tenga sentido es así, y Manolo no pierde ocasión para recordar a sus clientes lo malo que son los chinos. Y del que no pagan impuestos a que han creado el virus en un laboratorio para conquistarnos, el frutero no deja un bulo sin mentar ante una clientela que asiente sin rechistar a todo pero después va a comprar al chino si les hace falta.


Y es que para Manolo lo primero es ser patriota, y no comprar a un extranjero habiendo abiertos otros comercios españoles, aunque en la argumentación siempre se olvide de mencionar al gran hipermercado alemán que abrió en el barrio un par de meses atrás, y que vende algunos de sus productos incluso por debajo del costo para llevarse toda la clientela. Ese gigante alemán, al que el ayuntamiento regaló incluso un cambio de sentido en la calle para poder acceder con más facilidad a comprar, que tiene su sede fiscal en un paraíso fiscal, y que paga a sus empleados lo mínimo exigido por ley, no es un problema para Manolo, a pesar de que cada vez más gente en el barrio haya empezado a hacer todas sus compras allí dejando vacías las tiendas de toda la vida. Pero no. Con ellos nunca se meterá mi frutero, porque detrás de toda su fachada de hombre echado para adelante, Manolo no es más que un cobarde que es valiente con el débil y timorato con el fuerte. Y que sabe que a los amos no se les cuestiona, sino que se les obedece.

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