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Jerez

“Me sentí presionada. Algunos amigos me pidieron que no diera su nombre a la rastreadora"

Jóvenes contagiados que han llevado el virus a su casa relatan junto a sus familias a Viva Jerez cómo se sienten al estar en el punto de mira

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  • Las autoridades van a acelerar la vacunación entre los menores de 30 por los contagios. -
  • "No quería que se sintiera culpable", señala la madre de la chica, a la que también contagió. Tiene 63 años y bronquitis crónica
  • Reivindican que no les metan a todos en el mismo saco. "Algunos somos más responsables que los mayores"
  • Lo que peor han llevado ha sido el miedo de que a su familia le pudiera ocurrir algo

El recrudecimiento de la pandemia en las últimas dos semanas ha puesto a los más jóvenes en el punto de mira. No en vano, en el caso del distrito sanitario Jerez-Costa Noroeste, en la que ya los expertos denominan la quinta ola, el 65% de los nuevos casos Covid se está dando entre menores de 30 y aún pendiente de inmunizarse. En este reportaje hemos recopilado el testimonio de dos estudiantes de 20 y 21 años que se han contagiado con sus amigos y han llevado el virus a casa. También hemos hablado con sus familias, que han narrado cómo han vivido tenerse que confinar, tanto al haber dado positivo, como el caso de T.M.A, de 63 años y personal de riesgo al tener bronquitis crónica, a quien le llamaron para ponerse la segunda dosis de la vacuna cuando se confirmó su contagio, mientras que L.M.G, de 57 años y ya inmunizada, permanece aislada por protocolo, pero ha dado negativo.  

Para T.S.M, estudiante jerezana de 20 años, lo peor de estas últimas semanas de confinamiento domiciliario tras dar positivo no ha sido tanto sufrir los efectos del Covid-19, que en su caso apenas se han manifestado en la falta de gusto y olfato, sino la angustia y la preocupación por que a su madre, a la que le transmitió el virus, le pudiera ocurrir algo. Y no le faltaba razón. Su progenitora, T.M.A, de 63 años, padece de bronquitis crónica.

“Me sentí superculpable; ella (por su madre), no me echaba la culpa, pero es que vivimos las dos solas, y yo era la única persona que podía traer el virus a casa; ella lo podía coger en el supermercado o en otro sitio, pero había más probabilidades de que lo trajera yo”, relata a este periódico.


Afortunadamente, todo quedó en un susto, pero ahora echa la vista atrás y reconoce que han sido dos semanas complicadas. “A mí lo de estar encerrada no me preocupaba, lo que quería era que mi madre estuviera bien. Es muy aprensiva, y también con lo que ella tiene podría haberlo pasado de la peor manera. Gracias a Dios no fue así. Yo la tranquilizaba como podía y le decía que no se pusiera nerviosa, que no le iba a pasar nada. Pero lo pasé muy mal, me agobié mucho”, señala. Su grupo de amigos tampoco le puso las cosas fácil al principio. A día de hoy ni siquiera sabe cómo se contagió, pero ni por esas se libró de la reprimenda de su pandilla. “Fuimos entre 10 y 15 personas a El Palmar y en el chiringuito El Dorado me empecé a asustar porque no olía nada ni podía saborear nada. Mis amigos me dijeron que eso que era que tenía el Covid, que me debería haber quedado en casa. Se enfadaron conmigo. Yo pensaba que era un resfriado; me lo recriminaron mucho y me la liaron parda. Si yo hubiera pensado que tenía Covid, no hubiera quedado con nadie. Pero me culparon a mí. Me sentía muy mal”.

Era tal su estrés por sentirse juzgada y por lo que estaba viviendo que, una vez que se hicieron las pruebas y se confirmó su positivo, “tuve que bloquear hasta a personas porque estaba agobiada. Luego ya no, me escribían todos los días para preguntarme y me pidieron perdón; pero es que me la liaron como si yo hubiera cogido el virus y hubiera querido pegarlo”, señala.

La joven también se sintió muy “presionada” cuando tuvo que dar los datos de sus contactos estrechos a la enfermera rastreadora. “Algunos no quisieron que diera su nombre. Otros se hicieron las pruebas por su cuenta, pero yo me sentía mal y culpable, estaba en medio”, apunta. Al final solo una amiga dio positivo, aunque a los pocos días en otro test dio negativo, con lo que no sabe si esta chica ya lo tenía antes y era asintomática y la contagió o si el foco vino por otra persona.

 Cuando se le pregunta si la gente de su edad se ha relajado, ella no lo duda ni un momento, pero también reivindica que su colectivo no es el único que lo ha hecho. “Yo me he quedado mucho tiempo en casa, pero cuando a mi madre le pusieron la primera dosis de la vacuna ya me confié y estuve saliendo más, y es verdad que ya en la calle te relajas, te pones la mascarilla solo donde es obligatoria, pero luego nos la quitábamos y nos poníamos todos cerca; nos echábamos fotos, nos dábamos besos y abrazos. Pero no estoy de acuerdo con que se nos culpabilice a todos; por una parte tienen razón, no vemos el peligro, pero algunos somos más responsables que los mayores”. 

Al contrario que sus amigos, su madre nunca le reprochó nada y está agradecida por cómo le ha tranquilizado las dos semanas que han estado confinadas. Tiene claro que “con 20 años, ya no la podía retener. Y ella ha entrado y ha salido cuando ya podía salir todo el mundo. No le eché culpa ninguna. Ella lo ha traído a casa, pero yo lo podría haber cogido fuera. Tampoco quería que se sintiera culpable”, detalla, aunque admite que cuando las dos se hicieron la prueba y dieron positivo, se le vino el mundo encima. “Siempre le decía que tuviera mucho cuidado, que soy de alto riesgo y que me podía morir y ella siempre ha ido con mucho miedo. Menos mal que tenía la primera dosis de la vacuna, sino, hasta aquí llegué”.

Nunca la tuvieron que ingresar, aunque una noche sí la tuvo que recogerla la ambulancia por la fuerte tos y el ruido que tenía en el pecho. Una placa descartó la neumonía y pudo volver a casa esa noche casi, casi tres horas más tarde.

“No he hecho nada que no esté permitido. No hemos ido ni a discotecas ni a pubs; hemos tenido mala suerte”

A.S, un opositor jerezano de 21 años, y sus amigos se reunieron la primera semana de julio en Sevilla cuando terminaron los exámenes, donde estudiaban algunos del grupo. Eran siete y estuvieron en la calle tomando cervezas hasta que a las doce cerraron los bares y se fueron a casa de uno de ellos. Ya durante el día uno de los amigos que vivía en la capital andaluza estuvo con dolor de cabeza, pero en ese momento no pensaron que el motivo de su malestar se debiera al coronavirus. Durmieron en Sevilla, pero al día siguiente ese mismo chico amaneció con fiebre y se encontraba mal. A la vuelta fue a hacerse una PCR y ese mismo día le dijeron que era positivo.

“Ya nosotros automáticamente todos nos confinamos. Él dio los contactos estrechos a la rastreadora y nos llamaron el mismo día”. Se contagiaron cuatro de siete. Los otros tres ya estaban vacunados y dieron negativo. “La vacuna funciona”, comenta este joven, que sigue confinado en casa con su madre. A partir de este lunes podrá salir. No lo ha pasado bien. Los primeros tres días tuvo un cuadro de fiebre y mucho cansancio.

 “El cansancio ha sido lo peor y estar todo el día en el cuarto”. Además, al estar tan bajo de defensas tiene llagas en la boca y ha perdido casi cuatro kilos. Les han dicho que sus contagios son sospechosos de la variante inglesa del Covid, por lo que lo están analizando y para prevenir le dijeron que hicieran cuarentena  durante 15 días. Apenas le dio tiempo a cruzar mucha conversación cuando llegó a casa, donde vive solo con su madre, de 57 años.

“Lo que más me preocupaba era contagiarla”, reconoce. Afortunadamente no ha sido así, aunque por protocolo ella también ha tenido que confinarse”.  A.S ve “normal” que los jóvenes estén en el foco “porque sales, te tomas copas, y con el ocio nocturno abierto es más fácil que te contagies, aunque yo no he ido ni de discotecas, ni de copas. Fuimos de cervezas; no he hecho nada que no esté permitido. Lo que pasa es que es verdad que ya en la casa de nuestro amigo, nos quitamos las mascarillas. Hemos tenido mala suerte”.

Su madre, L.M.G, que se puso la segunda dosis hace 15 días, “no me echó la bronca. Ella lo entendió. No es que tampoco estuviéramos de botellón”, señala. “No es un niño irresponsable; eso le puede pasar a cualquiera. A mí misma también. Además lo ha pasado muy mal, está muy débil. Yo por mí estaba tranquila, porque no tenía ningún síntoma, pero me han dicho los médicos que menos mal que hacía ya 15 días de la segunda dosis”, añade su progenitora,  L. M.G, que considera que las autoridades se han equivocado con la estrategia de vacunación. “Creo que deberían haber vacunado de los mayores de 70 y de 30 para abajo, que son los que más salen, que es como han hecho en otros países de Europa menos en España y Portugal”, concluye.

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