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Una feminista en la cocina

Feijoó, la invasión y el girasol

Feijoó acaba de ser presentado y ya le arrecian lluvias impías

Publicado: 15/03/2022 ·
12:29
· Actualizado: 15/03/2022 · 12:58
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Las estanterías de los supermercados se están quedando vacías porque la gente siente el aliento de Putin en la oreja. Mi prima María no, porque ella dice que si Putin quisiera no nos invadía sino que nos hacía desaparecer del mapa. No es muy alentador el futuro si no pensamos en tortilla de patatas y vacaciones a modo mantra. También podríamos elucubrar con el cuello de Putin- resbaladizo como el de una tortuga acabada de parir- o en los oligarcas del Planeta que ojalá sepan lo que es vivir cosidos a las facturas que llegan impagadas. Ese es el problema de nuestra existencia…que los que organizan invasiones no temen a nada, excepto a perder el sillón donde reposan sus nalgas. Feijoó acaba de ser presentado y ya le arrecian lluvias impías solo por hacer de gallego. Será que no recuerdan a Rajoy con sus bajadas y subidas de escaleras. Pues esto es igual.

Tampoco ayuda mucho que la prensa se divida en dualismos y que Putin siga como Nikita Jrushchov negando todo lo que se menea. No hay invasión, sino salvamento. No hay tregua, sino muertos. Solo lo que él quiera, cuando quiera y como quiera. La paz se va al traste porque el niño consentido con síndrome de emperador se cachondea de unas relaciones diplomáticas donde nos tiene agarrados por el gas, las centrales nucleares y las gasolinas. Ahora los Ecologistas deberían bramar en arameo porque advirtieron que no podíamos vivir saqueando y destruyendo el Planeta, pero para que íbamos a escucharlos cuando es muchísimo más fácil ir al supermercado a esquilmar las estanterías. Siento llorar a todo el mundo por la falta de cereales que no podemos importar cuando tenemos terreno baldío, por el precio de la luz cuando tenemos la mayor estrella a nuestra disposición y por los girasoles ciegos cuando no queremos ver. Nadie da soluciones para esas tierras sin cultivar que se asalvajan mientras hay gente en paro, tampoco para las muchas solares que faltan por plantar, ni por los girasoles dando vueltas como molinillos de feria.

No sé nada de política exterior, ni mundial, ni de la guerra. Perdóneme la osadía. Sí sé de supermercados, de gente asustada y de recibos que llegan y que hay que pagarlos. De niños sin padres. De acogimientos. De dolor y de desarraigo. También sé de dirigentes que luego de salir o que los echen- esto muchísimo menos a no ser que sea por su propio partido- sestean la jubilación dorada como Consejeros de grandes compañías. También sé que lo que afecta a todos debería ser de todos y tener unos precios limitados como la Educación, la Sanidad y quizás la luz, el agua y las renovables. Deberíamos invertir todos, pero qué hace una pobre ama de casa que ahorra para poner un panel solar y no gastarse tanto en la jodida bombona de butano. Qué hace una clase media muy aplastada con el iva que le quema, las compras que le aplastan y todo lo demás, más que intentar poner un panel solar para que se abarate su factura. ¿Eso vale para algo? Ya les digo yo que no. Menos que las lágrimas del presidente del Pp europeo con la salida de Casado y la entrada en gobierno de Vox. Y es que somos antiguos hasta para eso, con pasos atrás de esa Europa en la que nos metieron grandes hombres de los que ni siquiera recordamos sus nombres, ni se lo agradecemos. Siempre vamos a destiempo y cuando en Europa condenan las derechas extremas, nosotros las abrazamos y Feijo las consiente con su cara de póker tan socorrida para todos los eventos actuales.

Feijóo.

Hay gente que ve la Política como una forma de prosperar, no al modo griego del más apto como acción de servicio comunitario. Es normal, las agallas se abren en tiempos de pandemia y guerras. Es lo que nos faltaba ya que no llegó el puñetero cometa.

 

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