El relato es la esencia de la narrativa y es esta última la que gana elecciones y la que pone y quita gobiernos
El relato, dicen los politólogos. El relato es la esencia de la narrativa y es esta última la que gana elecciones y la que pone y quita gobiernos, tras seducir con contundencia al ciudadano. En el País Vasco, hemos tenido unos reñidos comicios ganados por el PNV y Bildu, que han empatado a 27 escaños. Lo del Partido Nacionalista Vasco ya lo intuíamos, pero lo de Bildu, el partido heredero de ETA, parece una broma de mal gusto y podríamos decir que la democracia ha perdido allí la batalla del relato, de la memoria y, con ella, hemos enterrado la posibilidad de que, algún día, la relación entre la comunidad y el Estado se base en el respeto mutuo y no, como hasta ahora, en el chantaje continuo de una parte al todo. En Málaga también hemos perdido la batalla del relato, sin duda, y mientras tres descerebrados destrozan la exposición de Hogar Abierto en calle Larios sin ser molestados en su frenesí vandálico, la ciudadanía se cuece en su propio jugo, con lentitud y deleite, con relación a la llamada turistificación, que en Canarias, por ejemplo, ha sacado a la calle a miles de personas pidiendo una redefinición del modelo. A ver en qué queda todo: parece claro que este asunto, ligado íntimamente al auge de las viviendas turísticas y el aumento de los precios de la vivienda, tiene difícil solución debido a la ausencia o insignificancia de más sectores productivos que puedan sostener nuestra economía. Los parches no van a solucionar nada y bien haríamos en analizar qué ha sucedido en otros destinos para ir aterrizando medidas que, sin cargarse la actividad turística, sí la hagan más sostenible y amable para el malagueño de toda la vida, que siempre recibió con una sonrisa al visitante. El relato en este sector es también esencial, pues si bien es verdad que los caballos se han desbocado en los últimos años, miles de familias viven de la hostelería y el turismo, y haríamos bien en tener en cuenta todos los puntos de vista para acercarnos al fenómeno sin apriorismos y con cierto sentido constructivo. A las puertas de la Feria del Libro de 2024, que este año se muda al Paseo del Parque, la ciudad comienza a juguetear con el calor como una niña caprichosa mientras espera que las medidas frente a la sequía den resultado y, si es posible, que llueva sobre mojado.