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Alianda

La Caracolá de Lebrija o cómo hacer las cosas bien

Inés Bacán recibió de su pueblo el Caracol de Oro, concluyendo con ese acto la 59ª edición de un festival ejemplar en organización

Publicado: 22/07/2024 ·
12:52
· Actualizado: 24/07/2024 · 13:04
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  • Concha y Aurora Vargas, en una noche memorable. -
Autor

Juan Garrido

Periodista jerezano, director y presentador de 'Alianda', el espacio flamenco de Publicaciones del Sur

Alianda

El flamenco es objeto de estudio, opinión e información en este apartado que nace en Jerez pero que abarca toda la actualidad andaluza

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Alguna vez apunté que Lebrija mantiene la llama encendida del flamenco como pocos territorios históricos en la actualidad. Ellos no lo suelen reconocer, no van por ahí presumiendo de ser los mejores pero por eso es más justo que sea una mirada externa quien destaque según qué objeciones como estoy haciendo yo ahora. Sí, Lebrija es muy especial cuando afrontamos el verano y sus festivales porque la Caracolá es uno de esos encuentros con los que hay que identificarse, aparecer, respirarlo y, una vez pasado, analizar su éxito.

Va camino de cumplir los sesenta años, queda ya menos de 365 días para que eso ocurra, y no me cabe duda de que las mentes ya están trabajando para preparar algo más que reseñable. Es de los festivales más antiguos de cuantos se celebran en los meses de la caló y, lo más importante, tiene sello propio. Cuando se creó la Fiesta de la Bulería de Jerez, por poner un ejemplo, la gente tanto de la ciudad como los que llegaban de otros puntos de la comarcan venían a escuchar eso, bulerías “por siete tubos”, que diría mi querido Fernando de la Morena.

Pues si por algo se caracteriza la Caracolá de Lebrija es por apostar por los suyos y por el legado de generaciones atrás, por darle el sitio a los maestros que quedan en sus filas, por pensar en que los jóvenes necesitan espacio, o en definitiva, por mantener la identidad de los orígenes. Cierto es que nada es como fue, ni si quiera el formato que, a mi parecer, se ha adaptado perfectamente a lo que demanda la afición. Desde el 9 de julio se vienen celebrando actividades que han convocado a cientos de aficionados en la tierra de Juan Peña El Lebrijano, Miguel Funi, Curro Malena, Pedro Peña o Inés Bacán, a la que se le otorgó el Caracol de Oro de la edición en la jornada final.

Más de diez días con encuentros, conferencias, recitales de distintos formatos y ratos de convivencia han marcado esta edición en la que ha habido momentos para el recuerdo, para la emoción y el llanto, como el protagonizado por Concha Vargas y Aurora Vargas, en el fin de fiesta en la Plaza del Mantillo. Las dos se fundieron en el compás por bulerías llevándonos a las fiestas de antaño, a las de la improvisación y el arte, a la de la sonrisa en la cara. El disfrute también es flamenco.

Anabel Valencia tuvo su gran noche recurriendo al legado de Manuel de Paula, otro ilustre, que estuvo sentado en primera fila con algunas lágrimas en la cara al ver que se le sigue teniendo muy en cuenta entre su gente. La familia Carrasco, con Luis a la cabeza, sonaron a lo que son, Malenas, igual que no han pasado desapercibida las actuaciones de Luis El Zambo, Jesús Méndez o la joven Consuelo Haldón. La proyección del documental Maestros contemporáneos, de Tere Peña, puso sobre el tapete la cuantiosa aportación de Lebrija en los últimos cincuenta años de lo jondo. Si Lebrija no existiera, habría que inventarla. De gran acogida resultó la mesa redonda In Memorian… mi Lebrija Amada, en recuerdo a Pedro Peña y la participación de un gran número de amigos y familiares como el gran José Valencia, o la dedicada a Inés en voz de la compañera Araceli Pardal, de LebrijaFlamenca.

El equipo de la Casa de la Cultura es admirable, su implicación profesional y personal, su trato con la prensa y los participantes, con su delegado al frente, Pepe Martínez. El público disfruta de propuestas que no suelen durar más de dos horas, en un lugar con buena acústica, no hay barra y eso se agradece porque la gente va a escuchar y no a beber, para eso está el bar Miano (curioso nombre) que no cierra hasta las tantas de la madrugada para que se pueda formar la reunión después de cada gala.

Se bajó el telón con Inés Bacán cantando por soleá, una vez que ya Rancapino Chico había puesto el precio caro y Fernanda Peña se había confirmado como la voz (y la artista) con más posibilidades de la nueva era lebrijana. Una gala emotiva, llena de cariño y cercanía, porque Inés nos volvió a demostrar ser especial y llevar a gala el rito del cante natural.

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