ESTE pasado fin de semana, el corazón me crujió... y con las manos en las partes nobles, pensé en el amor, mi tema favorito junto a la muerte y el color de las bragas de Carla Bruni. Pensé en la vorágine de vaginas y penes que, marcados por el amor, se revolucionan más que un joven sirio en una plaza. Pensé en cómo las parejas nacen, crecen y como las cucarachas, desaparecen.
Primavera. Miradas que meten mano, cuerpos sofocados, con las hormonas más activas que la nariz de Pocholo. Colores vivos que todo lo cubre. Ella se traga todas mis mentiras, ella se traga todos mis defectos, en la primavera del amor, ella se lo traga todo, y el corazón chorrea tanto que a su vera hay que poner Indasec. A sus ojos, soy maravilloso, pero empieza a hacer calor.
Verano. Calor, calor, sudor, sudor. Me quieren, me aman... poco a poco me voy desnudando, los ropajes se caen... todo queda a la vista... nos bañamos juntos, en verano, todo lo hacemos juntos, hasta las primeras peleas provocadas por las altas temperaturas... pero, de repente, el viento cálido suaviza su ardiente ira y caen las primeras hojas.
Otoño. La pasión cae, la desnudez del verano ya no se puede ocultar, las vergüenzas tampoco. Se busca el romanticismo entre las ramas deshojadas de los árboles. El amor otoñal soporta las prisas, la vuelta al ‘cole’, la vuelta al tajo, pero el amor no nació para soportar. Las flatulencias ya no causan risas y sí malestar bajo el edredón.
Invierno. Seco y frío, comienza el soliloquio. Frío en la mesa, frío en el salón, frío en la cama... Llega el invierno y el amor se congela, en las peleas ni se discute, la llama no prende en la hoguera cargada de recuerdos. Nieve en el corazón. Ella ya no se traga mis mentiras, ella no traga con mis defectos, en el invierno del amor, ella no se traga nada de nada... y para soportarlo, hemoal forte en el corazón.
Ahora, con la mano en la bragueta, a esperar la primavera.