32 años conviviendo con un trastorno límite de la personalidad (TLP) y sin saberlo hasta hace unos meses. Esta es la historia de Javier España, un joven malagueño que cuenta su historia para “visibilizar” esta enfermedad, que es “grave y crónica”. Contando su historia quiere “sentirse comprendido” y no como un “bicho raro” ante miradas que “juzgan”.
“Cuando digo que me quito del medio, lo he intentado más de una vez, no es para llamar la atención; sufrir es estar muerto en vida”.Le diagnosticaron hace “relativamente poco” trastorno límite de personalidad y trastorno de estrés postraumático con síntomas disociativos, aunque desde niño “siempre he sentido que soy una montaña ruta de emociones”. Antes de que acabara el 2024 supo por qué que le cuesta “mucho retener las cosas desde pequeño”. Es uno de los síntomas, junto al miedo intenso de ser abandonado, sentimientos de vacío y aburrimiento, manifestaciones de ira inapropiada, miedo al abandono, impulsividad o actos de autolesión. “Tienes un vacío crónico”, ha explicado, lo que le ha llevado a autolesionarse varias veces y tener diferentes intentos de suicidio: “Cuando digo que me quito del medio, lo he intentado más de una vez, no es para llamar la atención; sufrir es estar muerto en vida”.
Su día a día es “muy duro”, porque desde “niño” se levantaba por la mañana y “no sabía si iba a ser un abismo de tristeza o de alegría, porque son todas las emociones juntas en el cuerpo y es muy difícil de gestionar”. Javier cuenta a 7TV Málaga que el TLP se trata principalmente con psicoterapia. Actualmente acude a la Comunidad Terapéutica de Salud Mental del Hospital Regional, donde “hacemos actividades para sentirme mejor a nivel emocional” y le están “ayudando bastante”; aunque sigue teniendo “muchos sube y bajas”.
La inestabilidad emocional no solo le afecta a nivel psicológico, sino también fisiológico. Por ejemplo, provocándoles problemas intestinales: “Lo que me toca la cabeza, me toca todo el cuerpo entero”.
El coste económico del TLP
El trastorno límite de la personalidad tiene un coste psicológica, fisiológico y económico para la persona que lo padece. Además de acudir entre semana al servicio gratuito de la Comunidad terapéutica, ha necesitado pagar especialistas privados de los que “carece la sanidad pública a día de hoy”. Javier ha realizado terapias de mindfulness, una técnica de meditación que algunos estudios avalan como positiva para personas con TLP, al igual que la terapia icónica. ¿El problema? Su coste. Una consulta de “una hora son 70 euros” y “semanalmente es un desembolso ingente que, en mi caso, no me puedo permitir”.
Debido a la enfermedad, actualmente no puede trabajar y depende “absolutamente” de su madre. Me siento bastante culpable, un estorbo en la sociedad, como si fuera invisible y muchas veces uno dice ¿para qué existo y para qué he venido a la vida?”: “Quiero trabajar, quiero superarme. Me he sacado un curso de auxiliar de seguridad, pero a nivel cognitivo no puedo”.
Tiene reconocido un “42 por ciento de discapacidad”, pero no percibe ninguna ayuda económica directa al no alcanzar el 65 por ciento. A nivel “público debería de haber más apoyo, para terapias más especificas”, para que “todas las personas tengamos acceso a ellas”.
