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Rastoke, el oasis croata

A 33 kilómetros del Parque Nacional de los Lagos de Plitvice, la gran joya natural de Croacia, un pueblecito duramente castigado en la guerra contra Serbia en los años 90 ha recuperado su encanto y su viejo esplendor

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  • RASTOKE -

A 33 kilómetros del Parque Nacional de los Lagos de Plitvice, la gran joya natural de Croacia, un pueblecito duramente castigado en la guerra contra Serbia en los años 90 ha recuperado su encanto y su viejo esplendor. A muchos viajeros les parece mentira que pueda existir un lugar así casi de ensueño que invita a fotografiarlo y recorrerlo por todos sus rincones. Rastoke es su nombre, un prodigio también de la naturaleza, con sus más de cincuenta cascadas y saltos de agua que lo atraviesan ante la muda presencia de un puñado de molinos de agua con más de 300 años de antigüedad.

Popularmente se le conoce como "el pequeño Plitvice", pero en realidad Rastoke es el centro histórico de un municipio croata llamado Slunj. Esta ciudad defensiva ya recibía el nombre de "la tierra de nadie" en el Medievo al estar ubicada en una región fronteriza sin claros límites entre la vieja Europa y el Imperio Otomano. Y siguió así con su carácter de gran fortificación hasta que fue destruida en 1578 después de mantenerse en pie durante 250 años. En el siglo XIX permaneció bajo el dominio francés (1809-1813), periodo en el que se levantaron calles, almacenes, viñedos y nuevos molinos de agua. Estos últimos, el auténtico emblema de Rastoke, sucumbieron en  los albores del siglo XX con la invención del molino eléctrico. Este hecho, unido a la masiva emigración de sus vecinos tras las dos Guerras Mundiales, provocó el deterioro y el declive de esta ciudad que recibió, sin embargo, en 1969 el título de monumento nacional protegido.

Pero lo peor estaba por llegar. La guerra de serbios y croatas entre 1991 y 1995 se cebó especialmente en esta región, quizás por su proximidad a Serbia, y Rastoke fue una de las grandes víctimas de ese sangriento conflicto. Las milicias serbias incendiaron un gran número de casas antiguas, puentes e incluso dinamitaron la gran cascada que atravesaba la ciudad provocando un gran destrozo. Slinj fue liberada el 6 de agosto de 1995 y afortunadamente hoy ha recuperado su belleza tras la última restauración emprendida por el gobierno croata.

Los históricos molinos se salvaron milagrosamente del desastre y siguen constituyendo hoy una de las grandes atracciones de Rastoke. En su época de mayor esplendor llegó a haber más de 20 molinos esparcidos por los dos ríos, el Slunjcica y el Korana, que se unen en este paraje. Los primeros se construyeron en el siglo XVII y los últimos en la recta final del XIX y en los primeros años del XX, pero la mayoría sigue en funcionamiento en la actualidad. Como el que nos muestra Kate Skukan, propietaria de un molino del siglo XVII. Lleva trabajando en él 44 años, pero su futuro lo ve complicado. "Este no es un negocio para vivir, pero si me gusta enseñarlo para mantener la tradición" nos dice esta brava mujer que no quiere revelar su edad. "Mis hijos no seguirán trabajando en el molino, así que tendré que poner aquí una cesta para que los turistas echen unos euros", termina diciendo medio en broma medio en serio sobre un trabajo que históricamente iba pasando de generación en generación en casi todas las familias de Slunj. Cada molino contaba con dos o tres piedras de molino que se utilizaban para moler grano -maíz, centeno, cebada, mijo y avena- y las mejores se reservaban para moler el "grano negro" o el trigo.

Para ver una buena selección de los mejores molinos de Rastoke lo mejor es acercarse a la carretera que se despliega por el otro lado del río. Allí la estampa embauca porque se divisan más de cinco grandes cascadas y algunos pequeños saltos de agua. En este punto las aguas de los dos ríos se han fusionado, curiosa es la diferencia de temperatura de ambos, el agua del Slunjcica no rebasa los 7 grados y la del Korana alcanza los 26,  lo que provoca que haya que tener cuidado a la hora de darse un chapuzón (hay zonas habilitadas para el baño, el rafting y el piragüismo), aunque Marta Kovacevic, nuestra guía en Rastoke, nos da un buen consejo: "lo más importante es saber que el agua baja a gran velocidad, entre 120 y 160 kilómetros por hora, y que está fría, sí, pero al final estas condiciones son buenas porque así nunca tenemos mosquitos".

Tras ver la primera panorámica de las cascadas hay que pasear con calma por el casco viejo de Rastoke, salpicado de saltos de agua, casas de madera y jardines decorados con flores y arbustos silvestres. El paseo por este romántico pueblo molinero salido de un cuento de hadas alimentará nuestro espíritu.

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