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Ponferrada. Piedras. Falete

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En Ponferrada se han puesto sobre la mesa todas las miserias de la política española. De la sociedad española. El acosador recibe el voto de sus ciudadanos, que le eligen para que les represente. Un tipo condenado por acoso sexual. Condenado. Un tipo condenado por acoso sexual se presenta a las elecciones de su pueblo. Y le votan. Sus vecinos, que tenían que tirarle piedras, le votan. Primer síntoma.


El tipo del PSOE quiere ser alcalde. Quiere ser alcalde cueste lo que cueste. Qué más da lo que se dijo. El sillón está tan cerca… quizás sea la última oportunidad. Es el sillón lo que buscan. El sillón a toda costa. Los alcaldes quieren gobernar cueste lo que cueste. Nuestros políticos quieren poder. Cada uno a su nivel, pero sólo quieren eso. Poder a cualquier precio. Mienten cuando dicen otra cosa. Sólo quieren un despacho donde sentirse por fin importantes. Un sillón para mandar y hacer negocios. Y si hay que pactar con el diablo, se pacta. Eso es lo de menos. Ya no tienen ni vergüenza. Ya vale todo. Segundo síntoma.


Nevenka sigue siendo la víctima. Se tuvo que ir del pueblo. Y ahora ve cómo el hombre que la acosaba sigue teniendo el poder para decidir quién gobierna en Ponferrada. El caso Nevenka marcó un antes y un después. Fue la primera vez que un juez condenaba a un cargo político por el delito de acoso sexual. Parecía que por fin determinadas actitudes iban a desaparecer para siempre. Se acababa el mirar para otro lado. No. Para nada. El condenado se presentó a las elecciones y logró cinco concejales. A Ismael Álvarez le siguieron dando palmaditas en la espalda. Y Nevenka se fue del pueblo. El juez condenó a Ismael. Nosotros, a Nevenka. El ostracismo de la víctima. Tercer síntoma.


Estamos enfermos. Permitir esto es permitirlo todo. El condenado por acoso apoya a un concejal del PSOE que después de agarrar el sillón de alcalde se borra del PSOE mientras el condenado dimite. ¿A qué pacto han llegado? ¿Qué van a repartirse? ¿Qué sociedad permite semejante maniobra? ¿Por qué no pasa nada? ¿Para qué sirve un voto? ¿Ha llegado la hora de las piedras? ¿O es que todos somos Ismael Álvarez?


A lo mejor es eso. A lo mejor durante años gritamos al lado de la víctima y dijimos basta ya. A lo mejor fuimos a las concentraciones, cartel en mano, diciendo todos somos Nevenka cuando en realidad todos somos Ismael. Porque el ostracismo es la pena que merecen Ismael y el alcalde de Ponferrada, el indigno Samuel Folgueral. El ostracismo, la muerte en vida. Pero el ostracismo se le aplica a Nevenka, que fue quien denunció. Puede que todos seamos Ismael y Samuel. Puede que nos dé igual todo. Puede que ya no tengamos vergüenza. Y por eso entendemos esos pactos que hacen los políticos riéndose en nuestra cara, brindando por nuestra infinita estupidez de ciudadanos idiotas pegados a un televisor para ver cómo Falete se tira a la piscina mientras ellos nos roban los pueblos, las provincias, las regiones y el país. Pues eso.

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