Yo nací existencialista, pero menos (me reconozco incapaz de releer ‘L´Etranger’ de Camus). Yo nunca quise ser así. Me hubiera gustado más ser palmera en El Rocío o llevar un cirio en Semana Santa. Pero qué le vamos a hacer, yo ando siempre dándole vueltas al origen del Universo. Así se me viene la idea de que si tienen que intervenir mi banco o Caja de Ahorros, que lo hagan ya, cuanto antes mejor. Hoy mismo, porque se me figura que con dos o tres intervenciones más a lo sumo no va a haber dinero público- es decir, de todos-que le haga frente, ergo podemos considerar afortunados a los primeros que reciban 9.000 millones de euros para cubrir sus males. Cuando llegue el sálvese quien pueda, el Gobierno pondrá en la ventanilla el cartel de “no hay billetes”(eso de que los últimos serán los primeros en el reino de los cielos, aquí no).
El sistema económico mundial se ha ido desarrollando a lo largo del tiempo a través de unos puntos de inflexión: el papel moneda, el patrón oro, el patrón oro-plata, el patrón cambio oro; si ahora tiene que buscarse un nuevo referente de la riqueza que respalde las transacciones, busquemos: ¿el oro? No sirve para calentarse ni para beber. Pero como todavía permanece el concepto de riqueza del tío Gilito y sería incierto modificarlo, mantengamos el patrón cambio-oro-petróleo; pero como el petróleo va a agotarse a medio plazo, tengamos un patrón cambio oro-petróleo-sostenibilidad (entendida como recursos naturales de un país, demografía y pirámide poblacional, conocimiento, innovación y recursos humanos). Las ambiciones pueden cambiar a lo largo de los siglos, o eso espero. Les advierto que los que tienen los resortes se resisten e insisten (Combustibles fósiles, centrales nucleares, desarrollismo, explotación, colonización).
En la hoguera de las vanidades del G-20, muchos de los que están cenando verduras de Sussex no dan su brazo a torcer, pero si abren la ventana puede que oigan los ecos lejanos de quienes gritan en la calle, es solo el principio, y estamos a tiempo de evitarlo, a cada temblor financiero, le sigue un seismo social de proporciones ignotas. Con mas de 3.600.000 parados en España, no es preciso gritar, van a enterarse de todos modos. No hay peor sordo que el que no quiere oir.