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El ojo de la aguja

El afilador

Y me sorprendió esta estampa del afilador en su motocicleta, Avenida de José Fariñas abajo. Uno recuerda en otras épocas en albores de antañas primaveras, en las que el afilador se convertía en el centro de atención

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Hacía tiempo que no los veía pasar por la calle, y fue precisamente el pasado domingo. No sé por qué los afiladores eligen los domingo o días festivos para hacer acto de presencia. Tal vez pura casualidad, o bien porque en estos días se le suelen dar más uso  a los utensilios y enseres de cocina en los hogares. Lo cierto es que, en las calles de nuestra Huelva, me sorprendió y me agradó esa estampa del afilador, ya casi olvidada, como tantos trabajos artesanales, precedidos de su llamada musical a puertas y ventanas para aquellos necesitados de arreglar, cuchillos, tijeras, navajas etc.
     Y me sorprendió esta estampa del afilador en su motocicleta, Avenida de José Fariñas abajo. Uno recuerda en otras épocas en albores de antañas primaveras, en las que el afilador se convertía en el centro de atención, no sólo de las necesidades extremadamente cocineras, sino también, marcaban indicadores, en los comportamientos del tiempo. Cuando se detectaba la presencia de un afilador por las calles, siempre solía ser el indicio inequívoco de que presumiblemente podría llover.
       En aquellos tiempos, el afilador, con su monorrítmico silbato, se transformaba en el precursor del agua, tanto en pueblos de la provincia como en barriadas de nuestra capital, las amas de casa corrían a recoger las ropas tendidas, porque el afilador traía consigo la lluvia. Claro que, aquellos eran otros tiempos, hoy ha llegado el afilador, y lo que nos llueve es el fuego, porque ya tenemos las calores encima.


       La verdad es que, no deja de sorprenderme, esa nueva presencia del afilador, y es que en Punta Umbría, ¡Cómo cambian los tiempos!, no hace mucho vi a un afilador de estampa inusual. Llevaba un coche por todo lo alto, y en el mismo una cinta cassette, pregonando a los cuatro vientos sus habilidades cuchilleras, y de cuando en cuando, una pausa por sevillanas.
         La piedra giratoria de afilar la tenía situada en la parte trasera del vehículo, todo un adelanto que, al correr del tiempo, que duda cabe, vendrá a sustituir a esa estampa tradicional, bella y atractiva que proporciona el afilador de la moto o en la bicicleta.        Así pues, atentos  en las tempraneras mañanas del estío por Punta Umbría, al paso del afilador con su variopinta flauta, cuya musicalidad se entremezcla entre los acordes de jilgueros, verderones y chamarines.

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