La inédita soledad del Señor de la Cena, o cómo hacer de la necesidad virtud

Publicado: 07/04/2009
Es uno de los rasgos que caracteriza a las cofradías, que a veces son capaces de envolver la nada en papel celofán y hacer creer que tienen un tesoro entre sus manos. La Hermandad de la Cena decidió hace unos meses iniciar la restauración de su paso de misterio, una espléndida obra que se atribuye a Castillo Lastrucci cuando, en realidad, el escultor sevillano sólo dio forma a las imágenes que se distribuyen a lo largo y ancho del canasto. 


El plazo de ejecución de esos trabajos iba a impedir que el paso procesionara este Lunes Santo. Había que encontrar una solución para que el Señor de la Cena no se quedara en casa. En estas que aparece la Hermandad del Santo Crucifijo dispuesta a ceder otro de los soberbios canastos que pasean por Jerez. El problema era que sus dimensiones impedían la presencia del apostolado. 

Visto lo visto ayer, el problema será que en 2010 todo vuelva a ser cómo fue. Nunca el Señor de la Cena lució tal plenitud como la de este Lunes Santo. Nunca una soledad como la suya fue tan acompañada. La cofradía de San Marcos supo adaptarse a las circunstancias, convirtiendo en virtud la necesidad surgida al no disponer de sus andas. 

El trabajo costalero se adaptó también a las nuevas condiciones de trabajo. Por mera cuestión estética, una imagen sola requiere cierta solemnidad en su forma de andar. La cuadrilla de Martín Gómez supo entender los condicionantes, hizo de la necesidad virtud y mostró a Jerez cómo debe andar un paso de misterio sobre los pies. Detrás, la Agrupación Musical de la Estrella, de Dos Hermanas. 

Momentos deliciosos se vivieron en la plaza Rafael Rivero, camino de la Carrera Oficial, donde el paso de palio de Santa María de la Paz dejó ese regusto exclusivo de los conjuntos armoniosos y clásico. Ramón Estrade repitió como capataz. La Banda de Música Julián Cerdán, de Sanlúcar, fue la encargada de acompañar a este paso de palio. 

La Hermandad de la Candelaria fue la encargada de abrir el Lunes Santo. Lo hizo a las cinco de la tarde y en La Plata. Los vecinos de este populoso barrio aguantaron estoicamente el sol de justicia que a esa hora caía sobre la plaza de la Constitución. El barrio era consciente de que había que estar allí, aguantando el chaparrón, como siempre, como todos los años. 

El paso de misterio del Señor de las Misericordias sorprendió con un exorno floral integrado exclusivamente por claveles de color morado. Al frente de la cuadrilla, Domingo Gil Fernández. Detrás, la Agrupación Musical Santa María Magdalena, de El Arahal, que trajo a Jerez sones propios de otros tiempos. 

Medio siglo ha pasado ya desde que María Santísima de la Candelaria fuera bendecida. Años después llegaría su primera salida procesional, desde el patio de la parroquia de Santa Ana, que tuvo una lona por techumbre. Ayer lo hizo desde ese mismo lugar, hoy convertido en flamante casa de hermandad. El clavel blanco fue el gran protagonista del exorno floral de este paso de palio, al frente de cuya cuadrilla de costaleros estuvo un año más -y ya no se sabe cuántos van- José Luis Erdozáin. En la trasera, la Banda Municipal de Música de El Arahal. 

Justo cuando María Santísima de la Candelaria iniciaba su prolongado itinerario se abrían las puertas de la Santa Iglesia Catedral para alumbrar a su tercera cofradía de la semana. Lo de ayer, en cualquier caso, no era ya extraordinario. La Viga no buscó cobijo en el primer templo diocesano porque tiene allí su casa desde su fundación fuera promovida por cofrades de La Piedad. 

Más de doscientos nazarenos puso la hermandad en la calle, un número más que respetable si se tiene en cuenta que hace unos años se llegó a temer incluso por su supervivencia. Año tras año, la Hermandad de la Viga se presenta en la calle sin apenas novedades. Sin embargo, la cofradía va cambiando gracias a los pequeños detalles que van otorgándole una fuerte personalidad. 

Ayer llamaron poderosamente la atención los faldones del paso de misterio, en damasco color cardenalicio y haciendo juego con la capa de raso del cortejo nazareno. A los pies del Cristo de la Viga sólo una rosa roja, junto al clásico cardo que parece nacer de la propia cruz. Lo que antaño fue monte de claveles o iris, ahora es la reproducción misma del Gólgota. 

La Virgen del Socorro no llevó toca, y sí un rostrillo cruzado cuya singularidad permitía apreciar la serena belleza de la copatrona de Jerez. Claveles y frecsias blancas completaron un cuidado exorno floral. Detrás, la Banda de Música Virgen de las Angustias, de Sanlúcar la Mayor, una estupenda formación musical que ofreció durante toda la tarde un notable repertorio de marchas procesionales. En el momento de entrar en Carrera Oficial fue estrenada la composición Socorro, Madre del Arroyo, de Ignacio Borrego. Eduardo Salazar y Álvaro Barba estuvieron al frente de las cuadrillas de costaleros. 

La Hermandad de Nuestra Señora del Amor y Sacrificio fue la encargada de cerrar la Carrera Oficial, aportando su particular visión de entender la Semana Santa. Siempre emotivo su encuentro con la Esperanza de la Yedra, en lo que sin duda son los dos extremos de esta Pasión que Jerez escribe al llegar la primavera. 

Alrededor de 370 cofrades vistieron ayer el negro capuz de Amor y Sacrificio, a los que hay que añadir un grupo de algo más de sesenta menores de doce años, integrados en la pavera. La Virgen del Amor y Sacrificio estrenó corona de espinas, traída por un hermano desde Tierra Santa. Ningún destino mejor para ese presente que esas manos abiertas al cielo.

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