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El ojo de la aguja

Betanzos y los ‘Sonetos de la muerte’

‘Sonetos de la muerte’ desprende un esfuerzo constante, vivencial, de anidar en cada verso o verbo, un revivir en la memoria de la pérdida de su único hijo, Manolo

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Se cumple este año el octavo aniversario del  fallecimiento del poeta, escritor y exdirector de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, Odón Betanzos Palacios, cuyos restos reposan en el cementerio de su pueblo, Rociana del Condado, junto a su esposa, Amalia y los de su hijo Manolo, y tengo en mis manos precisamente su última obra poética, hilada con sumo cariño por la académica, escritora y poetisa Estelle Irizary.
      ‘Sonetos de la muerte’ desprende un esfuerzo constante, vivencial, de anidar en cada verso o verbo,  un revivir en la memoria de la pérdida de su único hijo, Manolo. La lucha en la soledad deseada y compartida con la de su amada esposa, Amalia, le da una fuerza y voracidad creativa a su pluma sin parangón. No existe el desmayo ni el descanso porque el mismo insomnio se convierte en un sedante cuando la fuerza creativa le estira de la mano en el irrumpir tempranero  de todos los amaneceres. Es un escribir encadenado a los sentimientos más hondos, fruto de ejercicios en almas dialogantes, del ser presente y del ser ausente. Betanzos retrocede en el camino, como el que, de un tanto avanzar entregado, olvida algo, y en tal retroceso se empeña en encontrarlo.
     El verso anida, gesta y cubre, buscando en el tiempo perdido aquel detalle que se olvidó, el gesto o la gestación de una sonrisa que nunca llegó, en un avance sistemáticamente de continuidad de vida, /Veo a mi hijo pasear con su madre/todo es recuerdo y fin en hijo amado/ojos en pena se nos hacen cojos/. La entrega de Odón, poeta en totalidades, a esta tarea es analítica, profunda, de una desnudez que se inflama de una sutil espontaneidad. Soledad compartida y soledad deseada se reparten en actitudes y el tiempo de creatividad del poeta,  que recoge y atiende en sensaciones de consuelo a la esposa amada en constante crucifixión.
     Betanzos se arrima y rima en la misma dirección, en su constante camino de infelicidades, pero halla el bálsamo de una luminaria que le detiene en actos de hombre de fe. Una  lucha permanente palpita entre lo acaecido que le mortifica “tensiones que me alcanzan y que me duelen” y es el golpe de fe en el Dios alejado que se hace presente en su discurrir creativo y diría “Permíteme Señor que conmigo hable y espante así las negras acechanzas”.
     Odón Betanzos se identifica en altitud sublime, se mueve en una desnudez de tiempo entre pasado y presente buscando viales y cercanías de eternidad. Odón Betanzos Palacios, tu memoria esta presente en todos los que te queremos de la misma manera que tu legado literario.

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