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Ideologías

Nada más nefasto que el desentendido en esta sociedad humana ni más útil que el insatisfecho observador

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Una ideología viene a ser el sistema de ideas por el que se rige un individuo. O un grupo, más o menos numeroso, que se dirige por ellas: de este modo lo llamamos en un ‘sentido lato’ y seguramente muy imperfecto. Pero para entendernos con buena voluntad sí que vale y basta, que habrá tiempo de añadir y quitar. Conviene ordenar la comunidad, lo que se llama con un gran sentido común y con orden de preferencia, si no queremos problemas. Antes lo que favorece a todos y luego lo que aprovecha a cada cual, ordenado siempre según el número de individuos del grupo.  Tener en cuenta antes el orden natural que la creencia, lo racional antes que la tradición, o tantos matices que han de aprobarse en función de los individuos o de verdades científicas y no de los credos, que son subjetivos.  

Llenar el ambiente de recelo y alimentar tensión entre convecinos son situaciones nefastas que no deben permitirse. Antes consentimiento que discusión, para gozar de una convivencia fecunda y asentada. Las ideas bien puestas en la cabeza para ayuda y consuelo y nunca para la prepotencia, y todo bajo la bendición de un humanismo placentero; nada como el hombre y nada contra él, centrado en un proceso natural ni extraño a la autoestima ni ajeno a la pura identidad: difícil de describir con el lenguaje como un ensamblaje de precisión, pero fácil por tanteo. Nada más nefasto que el desentendido en esta sociedad humana ni más útil que el insatisfecho observador. Pero ya digo, teniendo siempre en cuenta la dignidad que supone la cabeza erguida sobre dos extremidades y la manipulación de las otras dos, que bien acercan o incluso retocan, la realidad al alcance.

Completos el hombre y su mundo que se nutren con otros que han acumulado y predisponen su experiencia para el uso de todos; es esencial al existir compartir y no contradice la libertad exigir esta disposición generosa. En dos cosas dureza después de la educación: perseguir la ruin maldad y castigar el egoísmo. Pero con paciencia, porque venimos de hordas en que se disputaba fuera de la razón cada tasajo de la res abatida. Debemos instalar el razonamiento con sistema y con su ritmo, que nunca cabe acelerar ni comer terrenos. Y empezar a llamarle a cada tramo con su nombre, que urge saber que el hombre se sale del molde creciendo y ya está tiempo por encima del resto y cada vez más aprisa y no sabemos hasta dónde ni hasta cuándo. Conviene pensarlo y sentarse con los materialistas y hablarlo con humildad y sin fantasías. Con disposición de saber y no de resbalones.

Lo que más nos urge parece ser una sed de la verdad y del bien. Sin mezclarlo con intereses, que algunos diluyen la blanca harina sobre el agua sucia de la cazuela. Nos quiere con higiene y sin mentiras, y el hombre se equivoca no por intención sino por tinieblas. El mal nos invade por agua sucia, ya digo, y por la estancia en la charca; la escuela es un manantial de pureza en el comienzo infantil, después ya no es igual. Ahora estamos exterminando niños con ataques químicos. Qué lejos; mi sistema de ideas y creencias es el mejor y lo adelanto, aunque no sea lo apropiado. Es imposible ya entenderse, ahí se queda o trasciende el conflicto. La creencia eres tú y tu conciencia; no provoques, más bien escucha y deja al silencio que fragüe las palabras. Todo es quietud y en ella está apoyada la vida y luego la esperanza. La verdad tiene empeño y el bien satura los deseos, nada puede llenar y todo acaba donde debe. Los corruptos siembran malestar y escarban lo sembrado hasta que huye el hálito.

No sé si moriré sin ver el otro lado: adelantar sin ojos y confiar el día en que se cumpla todo.  ¿Es fe como se llama? O aliento quizás, como vida de adelanto. Pero lo que importa es anuncio de verdades, que todo encaje, y el comportamiento después cargado de misericordia; virtud y norma de conducta en una pieza, así. Yo nunca amé ideologías y sí atendí a mi interior, que oía como en el pozo lo profundo, que sale del sí mismo como dimensión de experiencias. Esto es divagar que suple a ser sincero y desemboca al mar en calma de la conciencia de humano. Mi afán de entendimiento con semejantes me ha de salvar y llevarme a su inquietud y la mía, para juntarnos en la deficiencia de hombres que buscan asistirse. Todo deslumbramiento por fuerza diluye y no cohesiona, mientras que el hermanamiento surge de lo sencillo, de lo transparente, cual arroyo que rodea con mansedumbre los estorbos. No hay definiciones firmes, ni gallardas ni forzadas; sí nobles, remiradas y espontáneas que componen la vida sin esfuerzo ni fatiga. La ideología es tela de araña como fortín de ataque que aparenta acogida. Para gozar del hombre se requiere acecho cauteloso, que ya es violencia; asociado al hombre, vivir con él en armonía es hacerlo desde la dignidad, que es una actitud más que un ideal. Pero las ideologías a veces crean mundos agradables a gente mediocre. Lo peor es que se mal usan con frecuencia.

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