En España, y según un estudio del Movimiento contra la Intolerancia del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, dos de cada tres personas encuestadas (63,9%) no admiten los insultos racistas y lo consideran un delito. Sin embargo, cuando los encuestados se pronuncian sobre el carácter justificado o no de comportamientos racistas producidos como reacción a agresiones perpetradas por inmigrantes, las opiniones están bastante divididas. Las personas que en ningún caso consideran justificadas dichas reacciones era un 42,3% y las que las creen justificadas en todos los casos, un 34,6%.
Este mismo estudio confirma que en España se producen unas 4.000 agresiones racistas al año; hay constancia de sucesos xenófobos en más de 200 municipios; en la Red se encuentran más de 100 webs racistas y unas 70 bandas de música que cantan al racismo y la xenofobia. Del mismo modo, en nuestro país se calcula que viven más de 10.000 personas con ideología “ultra” y “neonazi”.
Con estas premisas, la solución contra el cáncer del temor a lo diferente es, sobre todo, educar. “Es preciso promover la idea de la diversidad cultural, la igual validez de todas las culturas, el interés por otras culturas como fuente de enriquecimiento personal y social y la presentación de la sociedad multicultural como la sociedad del futuro” (Gabino y Escribano, 1990). La educación intercultural y multicultural tiene como motivación principal la lucha contra la discriminación y la desigualdad. Enseñar en colegios e institutos nuestro origen y nuestra historia de emigrantes al norte de Europa, desmitificar el concepto de raza, enseñar a comprender la riqueza de la multiculturalidad, explicar la importancia de la contribución de los inmigrantes al fortalecimiento de la industria nacional y la contribución a la subida del índice de natalidad.
Pero, sobre todo, evitar la tosquedad de quienes creen que ser diferente significa ser inferior y sacar de la ignorancia a esas personas que temen lo que no son capaces de entender.
