Tengo un amigo, más viejo y, por supuesto, sabio que yo, del que he aprendido varias cosas importantes e imprescindibles sobre la amistad en el transcurso de los últimos años. Ayer, él mismo, volvía a ponérmelo de manifiesto por teléfono cuando escuché su voz entrecortada y aprecié cómo derramaba varias lágrimas por uno de sus amigos irreemplazables. Lo hacía después de atravesar el país en coche durante toda la madrugada, desde Arcos a Logroño, para dar su adiós a Máximo Pérez Moneo. Máximo había nacido en Hemarrélluri, una pequeña población riojana, hace 54 años, pero bastó una década, la que pasó en Arcos entre 1991 y 2001, para que la larga lista de amigos que hizo en la ciudad terminara por convertirlo en un arcense más. Una dolorosa y “cruel enfermedad” -como ayer reflejaban los rotativos de La Rioja- puso fin a su vida el pasado martes. Máximo Pérez Moneo llegó a Arcos en 1991 para asumir la dirección del Parador, establecimiento en el que estuvo al frente durante diez años, convirtiéndose no sólo en el gestor que mayor tiempo ha permanecido al frente del puesto en la ciudad, sino uno de los que logró dejar una huella más profunda en el recuerdo de quienes trabajaron con él y, más aún, de quienes convivieron con él. Durante ese periodo recibió, en nombre de la institución turística nacional, la Medalla de Plata de la Ciudad, por el 25 aniversario del Parador de Arcos, pero aquel reconocimiento bien pudo haber sido, igualmente, por la labor que desempeñó, ya que fue él, como director, quien logró revitalizar e integrar el establecimiento en el pueblo, abriendo sus puertas a la ciudadanía y ahuyentando fantasmas del pasado sobre el carácter exclusivista del mismo. No sólo integró el Parador en el pueblo, sino que, además, supo integrarse como un arcense más, participando en numerosos eventos y vistiendo, incluso, la capa y corona como Rey Mago de la cabalgata arcense. Como éste, muchos otros recuerdos han aflorado desde ayer entre todos los que le conocieron y ya añoran, y a los que nos unimos desde aquí para trasladar nuestro pésame a su mujer, María Elena, y a su hijo David. Descanse en paz.
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