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Huevos

El siglo XXI muchos lo imaginábamos plagado de asombrosos inventos, tecnológicos y médicos, que generasen felicidad y ningún residuo, cuerpos teletransportados

Publicado: 17/03/2019 ·
23:15
· Actualizado: 17/03/2019 · 23:15
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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El siglo XXI muchos lo imaginábamos plagado de asombrosos inventos, tecnológicos y médicos, que generasen felicidad y ningún residuo, con cuerpos teletransportados y tumores curados con un lásercito azul cobalto. Pero, de momento tengo la sensación de que el icono que simboliza el arranque de milenio no es el microchip, sino los testículos.

El hombre busca, desde las cavernas, el amparo del ejemplar alfa y sus testículos cuando necesita seguridad. Y así sigue. Un entrenador se agarra los huevos delante de 50.000 personas que aúllan felices de formar parte de un coro  escrotal; a falta de útero protector, buena es bolsa testicular, parecen decir. Días después otro macho-man le respondía con una venganza plena de testosterona y de gónadas. En Sevilla, un club de fútbol se agarra al verbo masculino y el gesto chamánico de otro entrenador testicular para que diluya los malos espíritus.

Que muchos recurran a las gónadas masculinas como filosofía y tótem de sus vidas dice tanto de ellos como de la sociedad de la que forman parte. Me gustaría ser como ellos, qué carajo (con perdón, pero hoy viene a cuento la grosería).

Ante los miedos, agarrarme la bolsa escrotal y caminar por la vida con la bandera salpicada de semen alfa. Imaginar que la testostetona todo lo arregla.

Los futboleros no son extraterrestres. Observen, oigan, cómo sigue in crescendo el soufflé político a golpe de esa especia llamada testiculina. Está la cosa que arde desde que la derecha perdió el poder y la ultra derecha ya lo toca. En esta infinita erección electoral no existen barreras, ni siquiera los recién nacidos de señoras negras de estancia ilegal se salvan del debate, no en vano en los escrotos de sus parejas parece hallarse la salida a la alerta demográfica que lleva a España a la desaparición por inexistencia de especímenes (de raza blanca, claro).

Y, sin embargo, esa sucesión de agarradas de testículos, esa reivindicación del macho como referencia de seguridad y de pertenencia a la tribu, me genera tristeza por otra vía. Ya sea en los estadios, ya en las tribunas parlamentarias, lo que más me impresiona es que las jóvenes mujeres, llamadas incluso pioneras o abanderadas, que ocupan esos territorios antes masculinos reproducen el mismo esquema.

Cada señora que grita échale huevos me parece una gran victoria de los que se agarran los que les cuelgan con una sarcástica media sonrisa, mientras preparan nuevas leyes para que, en efecto, la testiculina adobe nuestra vida.

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