CONSTE: mi posición ante la vida no, repito, no, es fundamentalmente antigubernamental. Ni mucho menos. Carezco de vocación política, y ni siquiera aspiro, a estas alturas, a transformar la sociedad en un sentido u otro. Me basta con mantener algo encendida la llama de la crítica dirigida hacia todas las direcciones, lo que no es poco. No soy, en suma, sino un mero observador, desde hace demasiados años, de lo que va aconteciendo día a día entre estos árboles que no nos dejan ver el bosque de la realidad.
Pero esta mañana acudí a uno de esos multitudinarios desayunos empresarial-políticos, esta vez con Celestino Corbacho, ministro de Trabajo, como protagonista. Luego estuve, también en Madrid, en un almuerzo que protagonizaba el vicepresidente Manuel Chaves. Y el alma se me vino a los pies. Una vez más.
Y Chaves nos dejó la impresión de que ya no tiene ganas. Merece muchas condecoraciones: ha peleado una batalla limpia y tenaz. Pero hablo de él en pasado: demasiados lastres, demasiados desengaños, sin duda.
En fin, que Corbacho (y Chaves) son dos ejemplos más de este elenco ministerial que tenemos. Y cuando Corbacho nos dice que el futuro depende de transformar las estructuras productivas, hay que echarse a temblar, constatando que ambos no tienen la menor idea de lo que hablan (no entraré aquí en detalles pormenorizados, pero bastante obvios). Del resto del elenco ministerial podríamos decir muchas cosas más: basta con echar un vistazo a sus agendas, inanes, en busca de algo que hacer. Así que, salvadas las excepciones por todos conocidas, me pregunto: ¿es posible transformar las estructuras productivas, la competitividad del trabajador español, en el plazo de apenas unos meses? ¿Hay una alternativa al tambaleante Estado de las autonomías? ¿Es este el equipo de oficiales que llevará el barco a buen puerto? Solamente tengo una cosa que decir: glub.