No nos damos cuenta pero estamos sumidos en una guerra. No lo hacemos porque la vida nos empalaga y sacia, al modo grosero de hacernos creer que el amor, la esperanza y la felicidad son reales. Pero solo es verdad el número de acceso, la nota existencial que se nos impone a cada rato para que podamos pasar (o no) la prueba. Los adolescentes tardíos han desvirgado un año más la selectividad que no es sino filtro visual entre la burbuja familiar y el despertar a la realidad.
No digo que la Universidad sea bicoca de contracturas filosóficas, pero sí que es el primer paso donde se despeñan los incautos que creían firmemente en que el camino trazado en baldosas amarillas era para siempre. Que entres en una u otra carrera no es más que selección natural como las fauces o respirar por branquias, porque acotará tus esperanzas de sobrevivencia, tus horas de trabajo y la sonrisa caída o los pechos flácidos. La casualidad es la máxima que nos crea, el lema fundamental de nuestra existencia, meros espermatozoides con suerte desde las mitocondrias hasta los flagelos. Las pobres criaturas que han fallecido por la listeriosis -sin ni siquiera llegar a nacer- han tenido la mala suerte de los mártires y los descorazonados, la misma que los que transitan el cáncer con su navaja de Ockam o las alpinistas que se pierden en caminos que para nosotros son inescrutables, pero que para ellas eran páramos sombríos fáciles de transitar. La vida es difícil, absurda y puntiaguda como espina que se te clava solo para llagarte. Aún así cuando vemos el útero de nuestra madre a la inversa, ya nos place y nos acucia el deseo de superar esa nota de corte que debe ser tan dramática, que nadie es capaz de recordar mas que con una falsa fecha de cumpleaños, unas velas o un día estremecedor y patético. Yo cumplo año, desvaída, dislocada de cuerpo y aparpajotada. Me queda menos para ir pasando- una tras otra- notas de corte y conocer a mi Creador que me mirará a las pupilas vacías para decirme que solo fui un espermatozoide con aspiraciones, antes de darme una patada en el culo. Eso es lo malo de nosotros los humanos, que nos gusta aspirar a notas de corte magnificas, a las mejores carreras, a las reencarnaciones de libro de texto de historia y a fabulas infinitas donde siempre somos algo, hacemos algo, aunque solo sea defecar en una piscina parta deleite de redes virtuales e idiotas de dos lomos.
He vuelto de buen humor. Espero que lo aprecien, porque esto cuesta. No es sacarse calderilla del bolsillo, ni la cera de las coyunturas de la oreja, sino más bien dolor de ovarios en estaciones premenstruales. De todas formas, ya nadie lee más de 280 caracteres o hilos sin Ariadna. Todos queremos prosperar, que nos vean, que nos respeten, que nos amen…¡¡¡malditos acosadores de la notas de corte que nos impuso nuestra propia y jodida genética de espermatozoides con suerte!!!