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Martes 16/04/2024  

Absit Invidia

Ya he resuelto las primarias

Uno se mira en el reflejo de su generación con la alegría de saber que la pesadilla pandémica está a días de finalizar, salvo sorpresas o variantes

Publicado: 04/06/2021 ·
17:30
· Actualizado: 04/06/2021 · 17:30
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  • Susana Díaz y Juan Espadas. -
Autor

Pedro García Vázquez

Pedro García es periodista. Director de Informativos de 7 Televisión y Publicaciones del Sur

Absit Invidia

Con la esperanza de ser entendido por lo que pone, y por lo que no. Eso sí, sin ánimo de ofender ni en castellano, ni en latín

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La campaña de vacunación delata. Sin piedad. Es inmisericorde. Susurra las primaveras. Perdone, si no es indiscreción, ¿en qué año nació usted? En 1966, le respondí. ¡Ah!, pues a mí me queda poco. ¿De qué mes?, lamento la insistencia. Noviembre, le certifiqué mientras dirigía mis pasos al Estadio de La Cartuja, en su día conocido como Olímpico, aunque no sé muy bien el porqué.

No hace falta la delación. Con el simple orden de llamada ya vamos conociendo las castañas que le caen a cada una de las ilusionadas e inmunizadas personas. Es una suerte de primarias de la inoculación. En mi caso, creía que iba a ser un cara a cara. Craso error. También pensaban los prebostes socialistas que su proceso de elección para la presidencia de la Junta iba a ser cosa de dos. Me tocó Luis Ángel Hierro. Quiero decir, la vacuna de jannsen. ¡Albricias! Rebosaba de ganas de abrazar a la enfermera cuando ésta me dijo que era una sola dosis. Que no había más citas. Vaya suerte, pensé, aunque no sé muy bien por qué me tocó este antídoto y no los Susana Díaz y Juan Espadas, quiero decir pfizer y moderna, ya que sabía que, con mi edad, el cuarto candidato, Manuel Pérez, es decir aztrazeneca, estaba descartado.

Vacunación en el Nuevo Colombino.

Una vez inoculado, vienen los quince minutos probablemente más duros de todo este proceso. Uno se sienta para comprobar si hay reacción al medicamento, pero al mismo tiempo observa detenidamente a los de su misma quinta. Ojú. Y vienen las comparaciones, siempre tan odiosas. Uy, qué bien se conserva éste, aunque yo estoy mejor que ese otro. Uno se mira en el reflejo de su generación con la alegría de saber que la pesadilla pandémica está a días de finalizar, salvo sorpresas o variantes. Eso sí. Esa felicidad dura el tiempo suficiente hasta que alguien viene y te la jode. Es la vacuna que menos protege, te advierten. Ah, pues ¿no es ésa la que le iban a poner a los indigentes? Poco a poco perdí la satisfacción de la exclusividad en la inyección, incluido el numerito que tuvo que soportar la enfermera ya que protagonicé un principio de absurdo despelote al acudir con manga larga e intentar hacerme un selfie para la historia sin recordar que servidor no es capaz de hacer dos cosas a la vez. 

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