—El Premio de Poesía "Alcaraván" es uno de los más respetados del panorama poético español. ¿Cómo ha recibido usted ese galardón, concedido a su poemario "Custodia compartida"?
—Con muchísima alegría, desde luego, aunque también con sorpresa. Supongo que cuando alguien se presenta a un certamen del prestigio del "Alcaraván" fantasea con la posibilidad de recibirlo. Aunque yo no imaginé nunca que "Custodia compartida" fuera merecedor de este premio. Es un poemario donde cada verso está escrito con un nudo en la garganta. Emociones como la angustia, el dolor o el miedo, se mezclan con el amor, la ternura y la gratitud. Ser madre es la experiencia más fascinante de mi vida, aunque también muy dolorosa en ocasiones. Las dificultades de la separación de una pareja se multiplican cuando hay menores, y "Custodia compartida" ha sido mi forma de sobrellevar y trascender estas dificultades. Me alegro que, al final, esta circunstancia en nuestras vidas haya dado como fruto este reconocimiento a mi oficio de poeta.
—Desde aquellos poemas de "La decisión de Penélope", que obtuvo el Premio de Poesía "Victoria Kent", hasta estos de "Custodia compartida", hemos visto pasar a su poesía de un tono desaforado, arrebatado, a una sugerente y emocionante media voz, a decir lo que la poesía tiene que decir, pero decirlo sin alharacas, sin grandilocuencia. ¿Tiene algo que ver en esta transformación la maestría del poeta jerezano José Mateos, a cuyo taller literario ha acudido usted como alumna?
—La decisión de Penélope es la síntesis de una época de mi vida donde mi voz poética se encontraba en un periodo de búsqueda y aún no estaba realmente definida, siendo mi visión de la poesía muy distinta de la que es ahora. Es un libro al que le tengo cierto cariño por lo que significó en aquel momento, pero con el que no me identifico, porque mi tono se ha transformado en un espacio tranquilo por el que transito cómodamente, sin estruendo, sin esa grandilocuencia de la que hablas, sin artificios. Indiscutiblemente, mi amistad con el poeta José Mateos ha hecho que encuentre con facilidad este espacio y esta voz en mi interior. Ha eliminado la paja del grano, mostrándome con la delicadeza y el cariño de un buen maestro, la mujer que se escondía tras tantos adornos innecesarios, y me ha ayudado a descubrir el camino natural de mi poesía.
—Hablemos de maestros: ¿Cuáles son los poetas que han influido en su formación?
—De pequeña leía Juan Ramón, Machado, Miguel Hernández, Salinas, Neruda, Lorca, o tan equidistantes entre sí como Alfonsina Storni o Rilke… Mi madre se sorprendía de que no leyera cuentos convencionales y me gustara tanto la poesía. Evidentemente ese fondo permanece ahí, aunque posteriormente me han influido muchos poetas como Eloy Sánchez Rosillo, Amalia Bautista o Juan Gil-Albert.
—¿Cómo ve el panorama poético actual?
—Pues veo un poco de todo, aunque no todo me convence. Creo que hay mucha poesía escrita para deslumbrar o impresionar, y mucha menos con la simple voluntad de tocar y emocionar. Me gustan los poetas que son capaces de combinar emoción e inteligencia, belleza, pero también precisión. Creo que en la actualidad hay un escogido grupo de poetas que consigue esta combinación: el mismo José Mateos, Sánchez Rosillo, Amalia Bautista, Miguel D'Ors…
—La poesía trabaja con materiales eternos, es decir, el amor, la muerte, la soledad, el paso del tiempo... La poesía trabaja para la eternidad. ¿Cree usted que la crisis, que por supuesto no es sólo económica, puede hacer rebrotar una suerte de poesía social que también brotó en otros periodos difíciles y que, la verdad y en líneas generales, pasó sin pena ni gloria?
—Estoy a favor de cualquier tipo de poesía que tenga algo que decir, que trascienda, que tenga latido y que emocione, sea social, urbana o erótica, y que sea un vehículo transmisor de valores humanos. Creo que la poesía tiene que "herir la sensibilidad" del lector en el mejor de los sentidos, si no, no sirve para nada y pasa, como bien dice, sin pena ni gloria. La poesía puede ser una buena vía de escape ante la crisis, y un valioso instrumento para recuperar valores que, desde mi punto de vista, hemos ido perdiendo en el camino, como la solidaridad, la tolerancia, el respeto mutuo, la empatía o a compasión. La poesía nos hace ver más allá. Nos hace entender cada situación de manera diferente. Nos hace distinguir lo perdurable de lo efímero. Nos cuestiona. Y esto no tiene épocas.