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Publicado: 28/03/2024
Autor

José Manuel Infante Gómez

Columnista mitad barbateño mitad madrileño. Redactor en web deportiva trescuatrotres.com

Días de barrunto

En palabras de su autor: "Intento decir lo que pienso pensando siempre lo que digo"

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Barbate se ha colocado a la cabeza de la gastronomía nacional e internacional
La llegada de la primavera ya era motivo más que suficiente para estar contentos, pero esa época del año siempre vino acompañada, por estos lugares, de muchos más alicientes.

El cambio de hora, por ejemplo, regalaba luz solar, lo que significaba para nosotros, entonces niños, poder estar más rato en la calle porque la noche tardaba más en llegar y eso nos concedía minutos extras de juegos.

Luego estaba el tema de la temperatura. Al ser más benigna, los abrigos iban desapareciendo y la manga corta ya se vislumbraba como atuendo para los próximos cuatro o cinco meses, con toda la comodidad que eso conllevaba.

Por otra parte, en la segunda punta, que se había llevado casi un año sin barcos, ya se podían ver esos enormes buques que comenzaban a llenar sus tripas para volver a sus países de origen cargados hasta los topes.

“Vecina, mi niño trabaja en los barcos japoneses y tengo mucho atún en casa. Si quieres, te vendo un poco a buen precio”.

Con esa simple transacción, el también llamado cerdo del mar se introducía en los hogares del pueblo para conquistar, preferentemente encebollado, los paladares de miles de barbateños.

La presencia de tan exquisito pescado también se notaba en el aroma, procedente, sobre todo, de los bares que cocinaban los túnidos por partes, destacando los entonces cotizados corazones.

Varios años después de esta historia el éxito del Thunnus Thynnus no solo se mantiene, sino que ha colocado a Barbate a la cabeza de la gastronomía nacional e internacional.

El espárrago de Navarra, el turrón de Alicante, el arroz de Valencia, el plátano de Canarias, la Faba Asturiana o los polvorones de Estepa, entre otros muchos manjares de este santo país, conviven en el lugar más preferente de los estómagos españoles, junto a nuestra mojama de Barbate, como alimentos con denominación de origen con calidad garantizada.

Y es que creo que nunca estaremos suficientemente agradecidos a los fenicios por instaurar el arte de la almadraba en nuestras playas hace ya la friolera de tres mil años. Ojalá que estos pescados sigan durante miles de años más desafiando a peligros tan imponentes como las orcas para recorrer el Océano Atlántico y llegar al Mar Mediterráneo para desovar.

Nosotros hemos salido beneficiados con respecto a la época del principio de este artículo, cuando las capturas iban a parar, casi en su totalidad, al lejano Oriente. En la actualidad, el reparto es más equitativo, ya que prácticamente la mitad de la pesca se destina al mercado europeo.

Los tiempos han cambiado. Y la forma de preparar esta delicatessen también, ya que crecen sin parar los adeptos que prefieren comerlo crudo y ponerle un nombre japonés, tipo sushi o tataki, una verdadera aberración. En fin, que hay gente pa tó.

Por mi parte, me relamo ante la posibilidad, cada vez más cercana, de saborear el sempiterno e inigualable atún encebollao, el de toda la vida.

Ummmmm, ya va oliendo de maravilla...

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