Han sido tres días de puro indie rock en el muelle gaditano. Un cartel, que a pesar de sorprendernos con algunas bajas en sus inicios, como el esperado Bunbury, supo rehacerse contando con grandes nombres que han pasado por los dos escenarios de esta cita ya ineludible en la bahía.
El cierre de esta octava edición estuvo marcado por la actuación de los granadinos Lori Meyers, que reunieron en el recinto a miles de personas deseosas de escuchar en directo su esperado y último trabajo Espacios Infinitos, todo un bombardeo de canciones míticas mezcladas con sus éxitos más recientes. La energía desbordaba el escenario cuando sonaba Todo esto es culpa de la gente y llegó el momento más sorprendente: Noni bajaba del escenario para corear el estribillo con el público presente. La emoción se palpaba en cada rincón del muelle.
La actuación finalizó varios minutos antes de lo esperado, lo que dio la oportunidad a los asistentes de prepararse para la traca final. Miss Cafeína y Varry Brava llamaban a la puerta para poner a vibrar al No Sin Música.
Entre tanto, las bandas del segundo escenario daban lo mejor de sí y demostraban que se habían merecido estar en esta cita a pulso. Los jaguares de la bahía, Santero y los Muchachos, Alis o Space Surimi supieron estar a la altura y exponer las razones que les han llevado a cubrir un buen hueco en el panorama nacional. Desde la soltura de los Jaguares hasta el hip hop más atípico de la provincia de los Space Surimi, las bandas locales siempre serán un tesoro por descubrir en este festival.
Mención aparte merece la experiencia y el señorío de los Enemigos, que han llegado al No Sin Música para hacer coincidir, de nuevo, a diferentes generaciones en torno a una banda sonora histórica. Su trayectoria de más de treinta años y su rock español pusieron la nota de elegancia a esta edición.
El pop bailable de Miss Caffeina llegaba un poco antes de lo esperado para presentar su nuevo trabajo, El año del tigre, que con tintes orientales enganchaba al público con cada melodía. Sus letras más positivas, y la ausencia de baladas, hicieron que los presentes saltaran sin importar nada. Mira cómo floto, mira cómo vuelo sonaba al unísono mientras nos adentrábamos en la noche y el líder de la banda se despedía entre halagos al público gaditano.
Pero, sin duda, la fiesta llegó de la mano de Varry Brava. El horterismo más sinvergüenza y el simpático mamarracherío gobernaban en el recinto. “Vivan los horteras”, gritaba el líder del grupo, que supo poner a los presentes a sus pies. La imagen ecléctica y ochentera se mezclaba con la fuerza atronadora de sus teclados. Desde luego, si Varry Brava está donde está es porque lo merecen.
Tres días, en definitiva, de disfrute, de reencuentro. Tres días de resurrección para un público entregado que ha demostrado que no solo Cádiz merece la pena por su costa, si no también, por su oferta musical. ¡Nos vemos el año que viene, NSM!
Ada Salas Macías