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Un día lluvioso y el lila de un traje de luces resumen la pena por 'Antoñete'

Un grupo de toreros retirados y en activo han sacado a hombros el féretro con los restos mortales del diestro por la puerta grande de Las Ventas.

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  • El féretro sale de Las Ventas. -
La muerte del último torero predilecto de Madrid, Antonio Chenel "Antoñete", la honda conmoción que deja entre profesionales y aficionados del mundillo, se refleja en la lluvia, incesante durante el día, y en el color lila del traje de luces de sus glorias en el ruedo, que esta vez le acompaña junto al féretro.

Al margen de los consabidos atascos de tráfico, que en las inmediaciones de Las Ventas fueron interminables, la lluvia reforzó su significado de tristeza en el último adiós a "Antoñete", muerto hace dos días y cuyo cadáver fue velado en la Sala Alcalá de dicha plaza.

Representantes de todos los sectores sociales se acercaron a testimoniar su pésame a la viuda, Karina, y con ella al hijo de ambos, Marco Antonio, de doce años, además de a los otros seis hijos mayores del anterior matrimonio de Chenel.

La larga cola y el silencio de los aficionados se rompió en ocasiones con la espontaneidad de poetas y flamencos que, con respeto y sensibilidad, recitaron e incluso entonaron letras y cantes alusivos a la grandeza torera y humana del maestro.

En los corrillos, el comentario de lo que fue y significa ya para la historia como torero, resumido en las palabras de uno de sus partidarios anónimos que había estado en Las Ventas el 15 de mayo de 1966, cuando la memorable faena de Chenel al toro "Atrevido" de Osborne: "Yo tenía sólo 10 años y, en los diez minutos que más o menos duró aquella obra, aprendí más de toros que en los 46 años que llevo desde entonces viendo corridas".

A media mañana, coincidiendo con la primera de las dos visitas que hizo al velatorio la presidenta de la CAM, Esperanza Aguirre, el capellán de la plaza, el padre Cruz Goñi, rezó un responso y dedicó entrañables palabras a la familia, en especial al benjamín Marco Antonio.

"Cada vez que te acuerdes y reces por tu padre -le dijo-, él te estará viendo". También el sacerdote tuvo un recuerdo para la Virgen de la Paloma, "de la que el maestro -recordó- fue fiel devoto toda su vida".

A las cuatro de la tarde volvió Esperanza Aguirre para imponer en el féretro a título póstumo la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo. Una ceremonia cuyo solemne y silencioso protocolo rompió uno de los presentes al gritar "¡Viva el toro y su verdad, viva el maestro Antoñete!".

A continuación un grupo de toreros retirados y en activo tomaron a hombros el féretro para sacarlo por la puerta grande entre gritos de "¡Torero, torero!", "¡Viva Antoñete!" y "¡Vivan los toreros!".

El cortejo se dirigió al cementerio de La Almudena, donde se conoció la noticia de una nueva distinción para el diestro fallecido por parte del ayuntamiento de la capital, que, según su vicealcalde, Manuel Cobo, dedicará el nombre de Antonio Chenel "Antoñete" a una de las calles de Madrid.

En La Almudena se ofició un nuevo responso y finalmente el ataúd de Antonio Chenel fue depositado junto al de sus padres en el panteón de la familia Chenel Albaladejo.

En Madrid había llovido durante todo el día, pero se asomó el sol en la salida a hombros por la Puerta Grande. En el cementerio ya cayó una tromba de agua impresionante. El último clavel, tomado de una de las innumerables coronas que habían llegado desde muchos rincones de la geografía taurina, lo depositó el pequeño Marco Antonio. Un clavel blanco.

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