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El chiringuito El Barco, pionero en ofrecer espetos de pescado en Cádiz

Con el lema "Espeto que te guste" reciben a la clientela desde su idílica ubicación en la CA-33, entre Cádiz y San Fernando.

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  • El Barco y sus espetos

En uno de los mejores parajes naturales de la Bahía surge la presencia de un barco que aparece de la nada, entre dunas, emergiendo de una playa larga natural y de aguas tranquilas. Se trata del Chiringuito El Barco, situado en la carretera entre Cádiz y San Fernando CA-33, que desde hace siete años está abierto al público bajo la dirección de Fernando Mesones, hostelero cántabro apasionado de su ocupación y entregado a su clientela.

Al llegar a este barco que navega entre dunas se percibe el aroma de la brasa de encina en su combustión que da una pista de lo que allí se cuece, o mejor dicho, se asa, y que no son otra cosa sino espetos. 

Los malagueños espetos llegaron a este establecimiento de la mano de su propietario, que tras verlos en la malacitana costa, no pudo evitar la tentación de importarlos para Cádiz, y ahora son el santo y seña, reclamo y atractivo de este chiringuito. No en vano, se trata del único establecimiento que lo hace en Cádiz y hasta lo utilizan en uno de los lemas de su establecimiento: “Espeto que te guste”.

Así, y como el movimiento se demuestra degustando, los hosteleros de El Barco no sólo ofrecen el clásico espeto de sardinas, sino que completan el abanico de posibilidades con gambones, doradas o lubinas. Una delicia ensartada, en fin.

El chiringuito, abierto de domingo a jueves de 12.00 a 20.00 horas y viernes y sábados de 12.00 a 00.00 horas, también se caracteriza por la comida casera, con entrantes fríos y calientes, y paellas y arroces negros, de verduras, del señorito o de verduras.

Por no olvidar los menús infantiles, para que los más pequeños de cada casa puedan disfrutar de lo que más le gusta y permitir a sus mayores que también puedan hacerlo alrededor de una buena mesa.

Como colofón, un buen postre, casero también, de entre los que destacan las tartas, de chocolate con galletas o de almendras y un tocino de cielo como para tocar el celeste techo y una coctelería de campanillas, en la que no solo hay mojitos, sino un amplio surtido para satisfacer a los paladares más exigentes.

Y todo ello, con una de las mejores las vistas que se pueda tener, mar a estribor y babor y una playa tranquila y bellísima a la proa como para pasar un día de sol, olas y arena junto a un barco al que recurrir para comer, beber, deleitarse y sentirse en el paraíso.

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