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Berna, poderoso arte aragonés

El bailador de jota Miguel Ángel Berna cosechó una gran actuación anoche en su intento por buscar un nexo común entre este folklore aragonés y el arte flamenco con el baile de Úrsula López y Rafael Campallo.

  • La bailaora flamenca Úrsula López y el bailador de jota Miguel Ángel Berna, ayer en el Villamarta, dentro de la obra ?Flamenco se escribe con jota?. -
la Historia de los pueblos aragonés y andaluz presentan rasgos comunes en la Guerra de la Independencia, en la que hicieron frente a las tropas napoleónicas en los sitios de Zaragoza y Cádiz. De ahí surgen coplas populares, folklore que va de un lado a otro de los geografía ibérica, afanada por derrotar al corso. De esa mutua influencia dimanan cantes como las alegrías y las jotas que, sin pretender sentar cátedra de su naturaleza originaria, es cierto que acusan similitudes innegables como atestiguan algunos de sus compases básicos. 

Flamenco se escribe con jota fue un intento loable, si bien a veces no del todo conseguido, por juntar en un mismo escenario la manera de ser del folklore aragonés y las raíces telúricas del arte popular andaluz, manifestadas a través del flamenco. 

Decir que la obra lo tuvo todo sería faltar a la verdad, del mismo modo que no conviene exagerar los resultados de la función, porque durante muchos minutos, y de no ser por dos apariciones estelares del artista zaragozano, el discurso habría sido difícil de entender. 

Cuando el telón se levantó, se escucharon desde la distancia los ecos mezclados de la jota con el flamenco, en un primer intercambio musical entre ambas manifestaciones. Está claro a estas alturas que todas las identidades no pueden ser nunca reacias a recibir influencias de otras, pues de lo contrario no sería merecedoras de llamarse cultura. Y atendiendo a la Historia Contemporánea, como se ha expuesto , se hallan razones o argumentos factibles para hermanar a ambos pueblos. 

Al margen de los tres protagonistas de la velada, los músicos apoyaron bien, sin deficiencias, al elenco dancístico. El cante de Juan José Amador y Miguel Rosendo; las guitarras de Jesús Torres y Javier Patino; y, sobre todo, la portentosa voz de la cantadora de jota Lorena Palacios. La guitarra española fue de Guillermo Gimeno; la bandurria de Alberto Artigas; la percusión de Josué Barres. 

Conviene analizar por separado a Rafael Campallo y Úrsula López, dada la naturaleza de sus bailes –flamencos en este caso–, y a Miguel Ángel Berna, un maravilloso bailador de jota que gustó, y de qué manera, al público del Teatro Villamarta. 

La estética de López y Campallo pertenece por derecho propio a la del baile cabal, sobre todo él, Rafael, que demotró en algunos números que sabe de qué va esto del baile jondo y que, además, conoce el idioma universal de la unión de culturas, como en los pasos con Berna, auténtico protagonista de Flamenco se escribe con jota. 

El acierto mayor de este espectáculo ha sido traerlo a un ciclo como el Festival de Jerez, que consagra sus escenario no sólo al flamenco, sino también a otras disciplinas como el baile español y la danza española.
Miguel Ángel Berna, visto desde Andalucía –habrá que preguntar a los aragoneses– es un virtuoso de la escena, recorriendo el tablao de un lado a otro, manteniendo la verticalidad, dando esas sublimes vueltas y piruetas que arrancaron diversos oles y aplausos del respetable. Porque el bailador supo a qué venía y el público, al ver sus evoluciones en el Teatro Villamarta, reconoció el gesto de honradez que ya demostrara en la Tertulia de la Bodega del Consejo Regulador un día antes cuando afirmó que él lo único que había hecho había sido bailar jota. 

En resumen: una propuesta novedosa, interesante en algunos aspectos, discreta y aburrida en otras, pero a la que le cabe el honor de reunir en un mismo recinto a dos culturas históricas. La labor de Berna fue magistral y su baile fue un soplo de novedad en este certamen.

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