Su casa, ubicada en el camino del Manzanares, fue construida en 1967, aunque ella la adquirió hace sólo cuatro años. Cuando la compró lo hizo a sabiendas de que tarde o temprano tendría que asumir los costes de la regularización. “Me da igual tener que pagar con tal de tener todos los servicios. No es agradable vivir con agua de pozo cuya bomba de extracción se estropea constantemente o con una fosa séptica que hay que vaciar cada cierto tiempo. Estoy dispuesta a asumir los costes de regularización porque eso supone tener agua, farolas en la calle, un colegio o, simplemente, un estanco cerca. Estoy dispuesta hasta a que retranqueen el muro de mi parcela, si eso supone mejorar la calle para que puedan pasar dos coches”, expone esta joven.
Esta gaditana de nacimiento vino a vivir a Chiclana ante la imposibilidad de costearse un piso en la capital. Su vivienda de 75 metros cuadrados ubicada en una parcela de 750 metros cuadrados le costó hace cuatro años 24 millones y medio de las extintas pesetas. “En esa fecha no encontraba nada en Cádiz por menos de 40 millones. Así que me decidí a venirme aquí. Eso sí, antes de comprar la casa me aseguré de que estuviera en zona urbanizable, porque había viviendas en venta en suelos destinados a zonas verdes y similares”, concluye.