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La sequía, una seria amenaza para los embalses de la provincia

El próximo 2 de noviembre, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir declarará la sequía en la cuenca ante las serias consecuencias de la falta de lluvias

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  • Situación del pantano de Iznájar donde los efectos de la sequía son bien visibles. -

Hoy vuelven las lluvias, pero eso no evitará de ninguna de las maneras acabar con la sequía. La cuenca del Guadalquivir está acusando como nunca en los últimos ocho años los periodos más secos y cálidos desde que existen registros. Y es que la falta de precipitaciones y la importancia del cultivo de regadío son una amenaza permanente para que los embalses y pantanos de Córdoba se empiecen a vaciar.

En este momento, los embalses de agua de la cuenca del Guadalquivir están al 26% de su capacidad. Un dato altamente temeroso teniendo en cuenta que el año pasado ya estaban al 30,5%; porque según la media de la última década, tendrían que estar por encima del 50% para ofrecer un otoño e invierno seguros. 

Y lo que es peor en el caso de la provincia cordobesa, la de mayor capacidad de almacenaje de agua de toda Andalucía. Aun contando con los embalses más grandes de toda la comunidad, la provincia es la que tiene un porcentaje de agua menor en sus pantanos. Si decíamos que la cuenca está ligeramente por encima del 25%, en Córdoba roza el 21%.

Por ejemplo, en La Breña II ya se ven muchas zonas secas. Y en Iznájar, pese a tener garantizado el abastecimiento durante dos años para los cordobeses que residen en el sur del río Guadalquivir, hay un problema de calidad debido a que se encuentra rodeado de la cuenca del Genil en la que el paisaje de olivar es impresionante. Ello provoca problemas de fertilizantes que llegan al pantano y que requiere de sistemas caros de potabilización del agua.

Desde la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, que declarará la sequía el día 2 de noviembre, insisten en que la sequía actual es histórica y en que mucho tiene que llover para poder corregirla. Un ejemplo es lo que ocurrió entre 2009 y 2010, cuando unas históricas precipitaciones (cuatro meses seguidos lloviendo sin parar) devolvieron cierta normalidad a la cuenca.
 

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