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De vuelta a Ítaca

Los enfermos olvidados

Hace ya unos años, cuando comencé en esto de la enseñanza, fui destinado a un pueblo en el que conocí al padre de un

Publicado: 24/02/2019 ·
22:10
· Actualizado: 24/02/2019 · 22:10
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Autor

Alejandro Sánchez Moreno

Alejandro Sánchez Moreno nació en Sevilla. Es docente e historiador. Especialista en historia del movimiento obrero andaluz

De vuelta a Ítaca

Análisis de cuestiones, tanto históricas como de actualidad, desde una visión crítica de nuestra realidad política, económica y social

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Hace ya unos años, cuando comencé en esto de la enseñanza, fui destinado a un pueblo en el que conocí al padre de un​ alumno que llamó mi atención rápidamente. El hombre era educado y muy amable. Su apellido delataba que pertenecía a la familia​ rica del municipio, pero aunque el señor era de una casta de caciques, no podía estar más alejado de esa descripción. Ayudaba a todo el que se lo pedía, y​ aunque era dueño de numerosos inmuebles en una zona costera y turística, esos pisos los mantenía alquilados a precios ​irrisorios de renta antigua, a pesar de que la Ley ya le permitía echar a sus inquilinos. Me sorprendía tanta sencillez en ​alguien destinado por la cuna a ser casi un déspota, hasta que supe que había vivido el infierno de la droga, y eso le había enseñado​ otro mundo del que le costó la misma vida salir.​

El hombre superó su adicción gracias a su firme voluntad, pero también -según me confesó él mismo- a que su familia pudo​ pagar las grandes sumas que costó el centro de desintoxicación, algo lamentablemente al alcance de pocos bolsillos.​

Yo, que me crié en el Polígono de San Pablo de Sevilla en los años fuertes de la heroína, entendí de lo que​ hablaba. Mi barrio casi perdió una generación en manos de la droga, y el que se desenganchó lo hizo recurriendo​ a sectas diversas, a la ayuda de alguna iglesia católica, o a las bravas. Y es que a pesar de la alarma social que despertó​ la droga durante muchos años en este país, los recursos que ha dado la administración siempre han sido escasos.​

El otro día una amiga llamó mi atención sobre este tema. Lo está pasando muy mal con su hermano, que también cayó en las redes​ de la droga, y ahora que intenta salir de ella no encuentra apoyos de ningún tipo. Un psicólogo cada mes y medio o dos no​ es suficiente desde luego, pero en la política de recortes generalizada los drogadictos no parece que importen​ demasiado. Pero sí que importan, y mucho. Porque además de por la evidencia de que un estado es responsable de facilitar​ los instrumentos para que sus ciudadanos puedan salir de esa situación, el tema tiene un calado todavía mayor por ser una cuestión de salud​ pública. Y no. Aunque eso también sea importante, no vale con dar charlas de prevención en los centros escolares. Porque la droga​ sigue causando estragos hoy, aunque eso no se note tanto como en los ochenta.​

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