El Tribunal Constitucional

Publicado: 24/10/2021
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

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Lo pienso como lo sueño y lo relato tal como lo siento. La isla, la “salada ínsula” como empecinadamente la hago llamar, está harta de silencios y mutismos.   
Al negligente, incapaz o intransigente, la soberbia le ciega el sentido común de que es capaz y si además ostenta un cargo del tipo que sea, que le venga ancho, como el brocal del pozo al cubo que extrae el agua, aparece el mal gesto, el no saber perder o en lenguaje vulgar “la pataleta” propia de un infante.

El niño en estos casos acude al padre. El que manda al “poder dictatorial”, que es una especie de padre adoptivo sin la singularidad, ni la legitimidad que da el ser de linaje biológico.

Caspe es un municipio aragonés de la provincia de Zaragoza, al que tuve ocasión de conocer en mis primeras andanzas profesionales por el territorio hispano. Fui a visitarlo, atraído por su historia, porque allí se proclamó tras deliberación de “nueve personas en gran y feliz concordia” como Rey de la Corona de Aragón a Fernando de Antequera, hijo de Juan I de Castilla y hermano de Enrique III, pertenecientes a la Dinastía de Los Trastámara.

Es el gran sello de la ciudad El Compromiso de Caspe. No se le denominó compromiso zaragozano o aragonés, sino que se ensalzó la ciudad en que se llevó a cabo.

Madrid es una ciudad con encanto, alegría y lucidez. “De Madrid al cielo” es algo más que un slogan cuando como foráneo te encuentras en la capital. Madrid es, como el pastel que el niño mira desde el escaparate, relamiéndose, al pensar que podrá tenerlo entre sus manos, para los políticos de siempre. El Gobierno actual ha visto cómo se ha entregado la presidencia de la capital y autonomía al grupo opositor por designio de las urnas y se ha interpretado - aunque no demostrado por su dificultad y por lo tanto discutible - que parece se trata de una “pataleta” como la que mencioné al principio del escrito, el intento de desmantelar Madrid. Desposeerla de tantas instituciones y entidades como en ella tienen sede.

El 24 de septiembre de 1810, por circunstancias muy bien conocidas por los isleños, los parlamentarios reunidos en Cádiz, tienen que abandonar la ciudad y fijar su sede en nuestra “salada ínsula”. En cuanto las circunstancias lo permitieron regresaron a Cádiz y luego en 1813, de nuevo hubo que recurrir a la Isla. Resultado: la Constitución elaborada entre ambas ciudades, se proclamó como La Constitución de Cádiz, sin apellido isleño.

A esta Constitución prestó todo su apoyo, y aquí en la Isla se hicieron fuertes, los seguidores del Levantamiento de Riego que señalaba el trienio Liberal.

Se conformó San Fernando con el título de Ciudad que le otorgaron y también tuvo que soportar una pobreza importante en años posteriores.

Tres Departamentos Marítimos en nuestra España. El de Ferrol, no de La Coruña. El de Cartagena, no de Murcia. El de Cádiz que en realidad estaba en San Fernando. Yo creo que el Estado está en deuda con La Isla.

El desmantelamiento de Madrid, en estos días más callada, puede ser un hecho verdadero. Nos estamos acostumbrando al sometimiento del dDecreto-ley. Vamos a llegar a olvidar que la Constitución es una “carta magna” en la que están incluidos todos los españoles, por lo que no puede ser partidista y mucho menos elevar a Ley, las decisiones recogidas en un programa de partido.

Los primeros rumores de esta mudanza han recaído sobre el Tribunal Constitucional. Y se está comentando que su nueva sede podría estar en la capital gaditana. Es el momento de la generosidad y el reconocimiento por parte de las autoridades provinciales - si esto se llevara a cabo - de pensar, como se hace con aquellas personas prudentes y calladas con una vida dedicada al trabajo y al hogar, en homenajear a San Fernando, en comunicarle de una vez por todas, que es su suelo el que más merece que dicho tribunal ocupe un espacio en su ciudad.

Sería cumplir un mandamiento, una ley no escrita que el sentimiento isleño anhela. Tenemos para ello el lugar idóneo, nuestra antigua Capitanía General, uno de los edificios más emblemáticos de San Fernando y de sobria riqueza arquitectónica. El Museo Naval podría trasladarse a nuestro antiguo Cuartel de instrucción donde se beneficiaria de la proximidad al Panteón de Marinos Ilustres y del amplio espacio para aparcamientos de turismos de todo tipo que harían más fácil el acceso al mismo de todos aquellos interesados en la historia militar de nuestra ciudad. 

Lo pienso como lo sueño y lo relato tal como lo siento. La isla, la “salada ínsula” como empecinadamente la hago llamar, está harta de silencios y mutismos.   

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