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Desde la Bahía

El engaño como lema

Nunca admitamos algunos juicios precipitados en los que viene a decirse que en el fondo “todo el mundo es bueno”.

Si el engaño fuese solamente dar a la mentira apariencia de verdad, los que se vieran inmersos en tal falsedad, siempre tendrían la posibilidad de sacar a la luz tal apariencia y mediante argumentos poder demostrar que querían inducirle a algo falso, dándolo por cierto. Quizás el ejemplo mas cercano y que todos comprendemos muy bien es el de los clásicos mítines de las campañas de los partidos  en los discursos electorales, donde el engaño a veces es una constante e incluso como hemos visto recientemente hasta en las exposiciones parlamentarias.

No es a estos engaños a los que me quiero referir - la gente esta hastiada de ellos - sino a los que te someten aquellos de quienes menos esperas esta acción denigrante, esta infidelidad, no dándose cuenta que al final pierden estima y respeto, cerrando un camino donde siempre encontraba una compañía, un amparo, donde poder dar luz a la solución de sus problemas.

Me gustaría que hoy fuera esta reflexión, esa luciérnaga capaz con su fosforecencia de atraer nuevamente hacia una visión clara, a todos aquellos que alguna vez, de modo consciente y libre, han mentido y que tras el éxito de tal acción continúan llevando a cabo otras semejantes, dando lugar a una larga cadena de tropelías (deslealtades) que no tienen más final que el ahogo y pérdida de su honor y personalidad.

Pero también quiero llamar la atención de la persona que se ha sentido engañada, para señalarle que el enojo, la descalificación, la venganza, la destrucción o ruina de aquel en que depositó su amistad y confianza y que le ha defraudado, ni es la mejor de las soluciones, ni nunca la venganza o el deseo de daño hacia otro, nos restituirán lo perdido, ni nos satisfacerá con el paso de los años.

Para los que se han sentido engañados pensar siempre que el que hace bien a alguien, ama más de lo que a él le aman, y que aquel al que algo deben, ha expuesto más cariño, más lealtad y más honor que el sujeto que debe. Que no enfurezca, ni entristezca, sino que a modo de escultor, sepa que este último siempre ama más a su obra, que lo que lo haría ésta, si fuera consciente.

Al que realiza el timo, el engaño, que olvide su sonrisa sardónica, que deje de pensar en que ha encontrado un tonto frente a la listeza de la que se cree poseído, porque a veces se cambia oro de ley por sucio cobre, porque para nuestra pobreza espiritual, este último metal es suficiente, pero el brillo áureo, que ningún lodo es capaz de empañar definitivamente puede perderlo para siempre. Aquí, el retroceder en el camino y el restituir con la nobleza como bandera, no sólo lo material, sino las virtudes descalificadas es la posibilidad y la alegría de encontrarse con uno mismo.

Pero tengo que terminar con esta aseveración, si no, también dejaríamos de ser verdaderos. No demos nunca paso a la relatividad. Nunca admitamos algunos juicios precipitados en los que viene a decirse que en  el fondo "todo el mundo es bueno". No, rechacemos esta  pseudo aseveración. Hay la total certeza de que existe  gente mala y gente buena y si partiéramos de la base de que nadie es malo, ¿quién podría parecernos bueno?

Si queremos estar rodeados de "gente buena" se impone mantener de modo absoluto, que el "malo" existe y creo que este escrito tiene las explicaciones necesarias para que cada uno sepa el lugar que ocupa.

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