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Publicado: 03/01/2021
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Que no se nos borre el recuerdo de este año 2020, para que alguna vez -asimilándolo- seamos capaces de corregir, en vez de aumentar, los errores cometidos. 
Wuhan fue el sitio. Finales del año 2019. El brote inicial identificó una asociación con un mercado de mariscos en donde se vendían animales vivos. Se desconoce si el Covid 19 se transmite directamente de los murciélagos o mediante algún otro mecanismo, un huésped intermedio. Qué más da, si después el contagio persona a persona fue el principal medio de transmisión. Lo cierto es que se cuenta en la actualidad ochenta millones de casos bien informados en todos los continentes menos en la Antártida, pero que la tasa de exposición al coronavirus reflejada en la seropositividad, supera a los casos notificados al menos en diez veces más. Nadie fue capaz de poner freno al principio a aquel brote infectivo, cerrando fronteras a una propagación hasta entonces endémica y no hubo información clara, ni decisiones expertas, que alertaran del peligro existente y de la capacidad futura de expansión a todo el orbe. Irresponsabilidad. No creo que ignorancia, pero eso sí, lenguaje políticamente correcto, que no moleste al poderoso.

En España cuando tuvimos noticia del problema de Wuhan y había contados casos en nuestro continente, se dijo con superioridad y vehemencia que sería más benigno que una gripe y que los dedos de las manos serían suficientes para contar los contagios. Fue un órdago, sin tener siquiera dos cartas iguales en la mano.  Meses de enero y febrero del año 2020. Los que mandan estaban totalmente empecinados en demostrar su poder.

La endemia inicial ya es una pandemia en toda regla. La epidemiología se conoce, pero se actuó con disimulo y fingimiento y la manifestación, que se contabilizó en cifras millonarias, se llevó a cabo en el mes de marzo, sin ningún tipo de prevención.  Pero fuimos listísimos y en tres días aprendimos lo que debíamos haber puesto en marcha meses antes y repentinamente, como relámpago veraniego, confinamiento brutal, estado de alarma, castigo a los que incumplan las normas establecidas. 

Lo que viene después es bien conocido y puede resumirse en incapacidad continuada. Ignorancia a veces extrema. Despilfarros de cuantía no aclarada. Engaños en los pedidos de material. Una Sanidad abandonada en algunos de sus estamentos y en otros insuficiente y que queremos suplir con aplausos a una hora determinada, algo que hacía pensar en un color político y que desapareció como niebla ante la luz solar. 

Los expertos eran espíritus fugaces cuyos cuerpos - quizás sonrojados ante tanto engaño que ha llevado hasta no saber contar el número de fallecidos- nunca mostraron. Mientras en los comedores sociales y cristianos, las largas colas de hambre cada vez visten más ropajes de "clase  media”, en las calles y plazas el ruido continuo de los portazos de cierre de pequeñas y medianas empresas apenas deja espacio al silencio y los abuelos ven troncharse la caña de su vida en unos campos fúnebres, aislados y solitarios, que su trayectoria vital no merece. 

Y junto a tanta ineficacia, octava Ley de Educación, contraria a los derechos de los padres, fúnebre ante las creencias, injusta ante un tipo de enseñanza siempre precisa y fundamental para la total escolarización, vuelta al aborto, a las exhumaciones y a la consabida memoria - ahora - democrática que recuerda aquellos llantos de herederos que eran resentimientos enmascarados.

Y finalmente la Ley de Eutanasia, en un momento de tanto castigo para los ancianos, que quizás la reciban como un azote más en su evolución, porque la dignidad que - dicen - darán a la muerte, los abuelos y los enfermos irreversibles quisieran recibirla en vida. 

Con todo este bagaje, despedimos hace tres días al 2020 de la forma más despectiva e insultante que un año ha soportado, acusándolo de culpabilidad, pero yo desde este humilde artículo de opinión quiero darle las gracias por todo lo que durante su tiempo de existencia he aprendido en cuanto a la forma de actuar a veces de los humanos y decirle que él no es el malo de la película, que los malos son aquellos en los que se prueba que van con malas compañías, pero que le ha tocado ser el mensajero de esta catastrófica pandemia y de esta inepcia existente y que al mensajero, se le sacrifica, se le deshonra o se hace desaparecer para que el culpable quede indemne. Que no se nos borre el recuerdo de este año 2020, para que alguna vez -asimilándolo- seamos capaces de corregir, en vez de aumentar, los errores cometidos. 

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