El espíritu comunero

Publicado: 25/07/2021
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Nuestra querida Isla, nuestra “salada ínsula” es de alma laxa, conciencia clasista, jerarquía primordial, fe de efigie y elocuencia de barra, plaza o casino.
El dilema surge. No sé cómo enjuiciar la vida. ¿Es corta? Qué duda cabe. Es su mayor realidad. Ciencia y medicina de continuo intentan alargarla y es cierto que ahora no es que se viva más, sino que se muere menos. Pero lo conseguimos soportando nuestros “achaques”, conviviendo con nuestros procesos patológicos más o menos crónicos y  atiborrándonos de fármacos que a veces como la moda, valen durante un periodo de tiempo, para luego quedar olvidados y desplazados ante los nuevos descubrimientos. ¿Es fraudulenta la vida? Sí, pero en el sentido de falta de confianza de la misma respecto al ser humano. No se fía de sus promesas. Por eso no nos permite comenzar de nuevo y para ello creó el envejecimiento. La oración transitiva de la vida no tiene forma pasiva.

Nuestra querida Isla, nuestra “salada ínsula” es de alma laxa, conciencia clasista, jerarquía primordial, fe de efigie y elocuencia de barra, plaza o casino. Nos sobra inteligencia e ingenio y nos falta flexibilidad, por lo que nuestras piruetas suelen ser muy localistas, salvo las excelsas excepciones. Pero tiene el gancho de la ternura y el recuerdo del que siempre estamos suspendidos. Es preciso pasear por San Fernando. Hay calles alusivas a monarcas y una Plaza del Rey sin señalar nombre regio. Pero hoy me he fijado, precisamente por cumplirse los quinientos años de su mártir proeza, en tres calles que dignifican nuestra ciudad: Padilla, Bravo y Maldonado.

Su gesta merece artículo aparte, pero vaya por delante el hecho que fueron los primeros en hacer saber al poder “Quel Reyno manda al Rey y no el Rey al Reyno” y que estos castellanos apoyados previamente por grises eminencias de sacerdotes diocesanos, clérigos regulares franciscanos y dominicos y profesores de universidades, movilizaron a una sociedad que pedía libertad, igualdad, justicia y pluralismo. Que lo intentó por medios reconciliadores y que finalmente se llegó a la rebelión y a la Guerra Civil. Se pasó a la fuerza y la fuerza salió victoriosa en la Batalla de Villalar. Rendida, la libertad castellana. Pero como se dice modernamente, estos comuneros, siguen siendo un “gran influencer” en la vida social y política del siglo XXI. La sociedad actual, precisa no olvidar este hecho.

Sin darnos cuenta o más bien adormecidos bajo la influencia televisa y de la opinión pública -ahora muy sesgada hacia el escarlata poder que nos gobierna- estamos, no ya comenzando, sino viéndonos inmersos en cuotas de poder de tintes absolutos, donde el decreto/ley tiene el aroma a herrumbre propio de los grilletes.  

No se merece el ciudadano actual por el mero hecho de haber nacido entre los años 40 y 75 del pasado siglo, que se promulguen leyes que parecen querer anularle la historia de sus primeros treinta o cuarenta años. O que solamente pueda hablar de ella si la acompaña de adjetivos como represión, crueldad, tristeza, persecución etc., cuando también hubo una realidad diferente en ellos -ajenos al conflicto civil- ya que pudieron vivir un resurgir en su vida y bienestar, cursar sus estudios, aunque fueran de familia modesta, terminar su oficio o carrera, comenzar en su profesión, formar una familia y pasar desde el ir a pie a todos los sitios a tener un motor de explosión, un utilitario o un coche de más empaque. Y no tiene porqué esconder en lo más profundo del baúl de sus enseres los títulos conseguidos, porque los encabece el Jefe del Estado del tiempo que le tocó vivir. Modificarlo es anular una parte de la vida de estos individuos -verdaderos forjadores del periodo de Transición- y que nunca estuvieron de acuerdo con maniobras represivas.

Cansados de leyes y decretos, de tanto mirar hacia atrás en el tiempo, deseamos una verdadera paz y concordia con el pasado. El abrazo de todos y con todos. Y juntos hacer posible de una vez para siempre, que nunca jamás pueda volver a repetirse una situación como la del año 36, en que en casi todos los hogares españoles hubo víctimas inocentes.

La corta vida que se nos ha dado debería ser más bien un cuento de hadas que no una historia contadas por idealista o  partidistas de tinte soberbio. No queremos ser el Hollywood europeo. La fantasía la dejamos para la pluma o el pincel.
Lo que deseamos es que el espíritu comunero incida con fuerza en la sociedad actual, para poder hacer realidad palpable la máxima de que es el Reyno -la sociedad- quien manda al Rey o Gobierno y no éste el que manda en los individuos. La oración transitiva de nuestra Guerra Civil, no tuvo forma pasiva, no queramos dársela ahora. 

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